Nombres propios

Yerai Cortés: «Mi relación con el flamenco es como si fuese un órgano más de mi cuerpo, una emoción que me viene de serie»

El destino llevó a C. Tangana a descubrir una noche al joven guitarrista Yerai Cortés, y su pasión artística y hondura humana le impactaron tanto que acabaría convirtiéndolo en el protagonista de su primer documental como director. Nos sentamos con Cortés para dejarnos seducir.

A menudo, la obra de arte tiene que luchar para abrirse paso; a menudo el artista tiene que soltar para que fluya el arte. “Si miro pa’ dentro, lo que me inspira siempre viene de una pena. Conecto más con las cosas que me duelen y son las que me impulsan a componer y soltar”, confiesa a Tapas, Yerai Cortés (Alicante, 1995). Esa pena toma la forma de los secretos, de la familia, la traición, el abandono, el silencio o la soledad, tal y como se muestra en la cinta documental La Guitarra Flamenca de Yerai Cortés (Little Spain).

La ópera prima de Antón Álvarez, más conocido como C. Tangana, estrenada el pasado septiembre en el Festival de San Sebastián, que ha sido nominada a dos premios Goya (Mejor Documental y Mejor Canción con Los Almendros). Durante la hora y media en la que se va desgranando la trama, los diferentes protagonistas aparecen y desaparecen de la pantalla. A veces coinciden en la misma escena, otras, se alejan, pero siempre les acompaña la música: los acordes de la guitarra, el ritmo de las palmas y el zapateao; un quejío que suena como un golpe en la mesa y entonces sí, la paz fluye y se abre paso la luz, aunque sea durante unos pocos minutos. De todo ello ha nacido, no sólo un documental, sino también el disco homónimo que recopila todas las canciones que suenan en él y que están dedicadas, cada una de ellas, a un miembro de su familia.

Antón y Yerai se conocieron en una cena –o, mejor dicho, en una fiesta camuflada– que organizó el productor Javier Limón. El primero se quedó prendado de la forma en la que el segundo tocaba la guitarra y, sobre todo, del respeto que despertaba entre el público, metiéndose en el bolsillo tanto al más entendido como al reciente descubridor del género. Cuando comenzaron a hablar se dieron cuenta de que compartían tantos puntos de vista sobre la música y su narrativa que no pudieron hacer más que continuar la obra que el destino había comenzado. El rodaje de la cinta no ha sido un camino fácil porque ha necesitado de la total implicación de su familia, en un primer momento reacia a participar y, sobre todo, a contar partes muy dolorosas de su historia. Un proceso que Yerai relata así: “Tenía muy claro que esta historia tenía que ser reescrita y sabía que me jugaba la piel al hacerlo. He pasado por muchas emociones. En cuanto empezamos a rodar también nació ese miedo por exponer la vulnerabilidad de mis padres, María y Miguel, y mi novia Tania”.

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