Verónica Echegui, aquella chiquilla que de pequeña soñaba con ser la niña del anuncio del Cola Cao, ha llegado muy lejos. Tanto que, en las últimas dos décadas, la hemos visto en más de una veintena de películas (y no menos series y cortometrajes).
Incluso en estos tiempos en los que la profesión está contra las cuerdas y los rodajes se posponen una y otra vez, la actriz acumula estrenos. A los largometrajes Orígenes secretos (Netflix) y La ofrenda, que vieron la luz hace unas semanas, se suma ahora Explota explota, la esperada y buenrollera comedia musical basada en las canciones de Raffaella Carrà que llega el 2 de octubre a la cartelera.
A lo que además se añade su debut como directora de un cortometraje en los próximos meses para Movistar+. Pero… por mucho que Verónica Echegui acapare la pequeña y gran pantalla últimamente, jamás nos empachamos de verla.
Se te han acumulado los estrenos…
Sí, y es algo que valoro muchísimo, me siento súper feliz. Me parece extraordinario que pueda estar trabajando en estas circunstancias y, sobre todo, estrenando. De lo que más agradecida estoy es de que estos trabajos puedan llegar al público. Ahora mismo vivimos en un momento de gran incertidumbre y lo que hoy tienes pendiente de iniciar, mañana vuela… se cancela o se pospone.
Explota explota promete ser una inyección de optimismo en estos tiempos tan duros.
Es un bombazo, un cañón de alegría. De esas pelis que sales del cine con un buen rollo y unas ganas de vivir… Y con la sensación de que puedes cumplir tus sueños. Es muy necesaria en estos momentos.
¿Y te lo has pasado tan bien rodándola como viéndola?
Todo el proceso lo he disfrutado un montón. Con Nacho Álvarez, el director, he tenido muy buen feeling, nos lo ha puesto fácil, nos dio libertad para probar y para equivocarnos, y eso fue un gusto.
Mi personaje, Amparo, no baila demasiado bien y al principio eso me costó, lo de bailar mal, pero sin llegar a hacer el payaso, sin excederme, encontrando el punto. Y lo mismo pasó con su acento murciano, porque algunas palabras se pillan rápido, pero luego mantener eso es más complicado… Pero con trabajo todo se soluciona, el tema es dedicarle horas y pasión, que es lo que hace falta. Y al final todo lo saqué bastante fácil.
Cuéntanos más sobre Amparo, tu personaje.
Es la amiga del alma de la protagonista (Ingrid García-Jonsson). Es una mujer de Murcia que ha llegado a Madrid hace un tiempo y está feliz por vivir en la capital y por dedicarse a ser azafata de vuelo. Vive su propio sueño hollywoodiense.
Es muy tierna, graciosa y vive a través de la felicidad de los demás. Pero lo que más me interesaba de la historia es que Amparo había puesto sus expectativas en la vida en encontrar un marido y fundar una familia, pero a lo largo de la peli se da cuenta de que a lo mejor por mucho buscar una no encuentra y que para estar bien no hace falta depender de nadie para contentar a su madre y a su abuela. Tiene su propio viaje y se da cuenta de que lo importante es sentirse bien con ella misma.
En ese sentido, en su época Raffaella Carrà fue un referente en el empoderamiento de la mujer.
De pequeña yo veía el programa ¡Hola Raffaella! porque ella me fascinaba. Siempre he pensado que era muy magnética, y ahora que la he conocido en persona, lo corroboro. Durante toda mi vida me han encantado sus canciones. Y aunque es cierto que no tenía la habitación forrada con su pósters, he sido consciente de la fuerza que transmitía.
Ha sido un ejemplo de libertad para las mujeres, sobre todo en Italia, donde reside el Vaticano… No sé cómo lo ha hecho. Yo la admiro muchísimo, porque en una sociedad híper machista no tenía miedo a transmitir sus mensajes, a manifestar su deseo, a hablar de su sexualidad y de sus sentimientos. A expresarse en todos los aspectos, también con su cuerpo, con bailes muy sexualizados, muy descarados, aunque tuviera que esquivar continuamente la censura de la época.
El cortometraje con el que vas a debutar en la dirección también va a abordar el machismo.
Es un proyecto para Movistar+ que de momento se ha tenido que posponer un poco por el covid. Se llama Venga a nosotras tu reino, y está basado en una historia que yo viví con 16 años en las fiestas de un pueblo, donde había una tradición muy machista, arcaica y salvaje, que no puedo desvelar para no hacer spoiler. Yo no era consciente de que hacían eso. Así que trata del viaje de la protagonista toda esa noche huyendo de esa situación, sobre cómo la vive ella y cómo se posiciona ante esa normalización de la violencia hacia las mujeres.
Volviendo a Raffaella, ¿qué te hace explotar el corazón?
Mi trabajo, actuar, crear historias, el amor, la naturaleza, los animales, el mar… Todo eso me hace explotar de alegría. ¡Ah, y la comida!
¿Y cocinar?
No cocino, yo me lo como (risas). Lo hace más mi pareja, que le encanta, tengo esa suerte. Para mí no es ni un hobby ni una pasión.
Sin embargo, trabajaste en hostelería para pagarte tus estudios de interpretación. ¿Aprendiste algo de aquella experiencia?
He sido camarera en España y en Inglaterra. Y me ha servido un montón para la interpretación. El observar a la gente, ver cómo actuaban conmigo, cómo actuaban con los demás… La hostelería en ese sentido es maravillosa. Tienes la posibilidad de ver una película cada día. Yo no me aburría, porque seleccionaba a algunas personas y me ponía a observarlas. Era lo que más me gustaba de ese trabajo.
¿Y qué tal se te daba? ¿Alguna anécdota inconfesable?
Cuando trabajaba en el VIPS, una vez salí con un montón de batidos, me tropecé y se los tiré todos encima a una señora. Yo me quedé helada y ella sin palabras. Y para colmo, para arreglarlo, empecé a limpiarla con la bayeta, que estaba sucísima y olía a huevo podrido… Hasta que la señora me dijo que la dejara en paz, mientras las nietas se partían de risa. El encargado me echó la bronca. Pero es que no se enteraba ni de la mitad de las cosas que me pasaban… A veces pensaba: yo misma me echaría de este trabajo...
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