Ya verás. Prueba a abrirla por la mitad. Ya tienes un tejado, póntela de sombrero. Una revista es una casa.
Esta revista es tu casa. Te protegerá de la lluvia (no puedes correr por la calle con ella) y, cuando salgas, te servirá de testigo en la próxima carrera de relevos. Si vas a los San Fermines –que iremos–, úsala para defenderte del toro en la curva de Estafeta. En La Habana puedes cambiarla por otra, por un trago de ron, por un puro. Si juntas dos o tres sobre la mesa del salón haces hogar. Estas revistas son de ésas que da pena tirar.
Esta revista es tu casa. Los que la hacemos te enviamos un beso de esos chillaos. Ojo, que si la abres se escucha el chasquido del beso en tu mejilla.
Si te haces un selfie con la revista abierta sobre tu cabeza, busca la fotografía que Colita le hizo a García Márquez en Barcelona con Cien años de soledad. Esta revista sabe cómo espantar soledades. Esta revista mola mucho leerla cuando uno está solo.
Esta revista es la excusa para que sepas que el quiosquero tiene la llave de tu calle, ahora que no hay serenos. Esta revista tiene nombre de espectáculo de variedades: es una revista de revista.
Esta revista es el sustento de un montón de familias. Esta revista es una familia en la que tú y los que te rodean son familiares. Una revista es una casa, cada mes cambia sus contenidos como si a ti te da por cambiar los muebles de sitio y ya parece que vives en otro lugar.
Este mes le he dejado esta revista a todos mis vecinos en la puerta. Cuando me he levantado hoy, yo tenía una tarta de zanahoria. Esta revista es la zanahoria del curioso. Tú tienes las llaves de esta casa. Y de esta revista. Invita a quien quieras.
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