Asegura Javier Jaén (Barcelona, 1983) que su acercamiento al diseño y a la ilustración le viene desde antes de saber que existían tales disciplinas, y mucho menos que tenían esos nombres. “Todo niño se expresa en alguna forma gráfica. Muchas veces me preguntan por cuándo empecé a dibujar, supongo que lo que nos deberíamos preguntar es por qué muchos paran de hacerlo”, nos cuenta el artista.
Sus intereses siempre han estado vinculados con una idea amplia del concepto de comunicación. De pequeño le fascinaban la radio y la televisión, la música, contar historias, y, con los años, esos lenguajes propios de la comunicación gráfica le han ayudado a conseguirlo.
Quizás el verdadero despertar de su vocación artística se la debe a Pink Floyd y a aquella mítica portada del álbum Wish you Were Here. “Creo que fue mi puerta de entrada al surrealismo”, reconoce. “Era uno de los muchos discos que había por casa, pero a la vez era completamente diferente. Me aterrorizaba la imagen de dos hombres estrechándose la mano mientras uno de ellos arde en llamas. Aún hoy tiene un magnetismo para mí que me es difícil explicar”.
Jaén empezó a experimentar con los objetos cotidianos que le rodeban, combinando unos con otros, descontextualizándolos y regalándoles una nueva identidad, no exenta de ironía, humor y crítica social en muchas ocasiones. Unos diseños que comenzaron a estar presentes en portadas de libros, carteles culturales, galerías de arte y medios de comunicación tan importantes como The New York Times, The Washington Post, Le Monde, Time, National Geographic o The New Yorker, entre otros.
La cocina y el diseño
Y ahora también en esta revista. Porque dentro del universo creativo de Javier Jaén, la gastronomía también está muy presente. “La idea de diseño se aplica habitualmente en el contexto de la industria, ingeniería, arquitectura o comunicación, pero hay muchas otras disciplinas que requieren de creatividad. De alguna manera, cocinar es diseñar (y diseñar es cocinar). Tienen mucho en común”, explica. “La planificación, la combinación de distintos ingredientes, la búsqueda de ritmos, armonías, sensaciones… Ambos trabajamos con el aspecto de los elementos, la forma, el color… y, lo que en mi opinión es más importante, la experiencia. Esto es transversal a varias disciplinas, desde la gastronomía a la música o la arquitectura. Todo está conectado”.
Su obra es prolífica y heterogénea (la puedes ver y en algunos casos adquirir en javierjaen.com), aunque en toda comparte una filosofía común: “Por responsabilidad con la contaminación visual que vivimos, creo que es importante intentar no generar demasiado ruido con imágenes que no estimulen de ninguna manera a nadie. Me gusta pensar que las imágenes tienen el potencial de hacer cosquillas, unas veces en el cerebro, otras veces en los ojos y de tanto en cuanto en el corazón”.
¿Y en qué momento profesional se encuentra actualmente Javier? Pues él mismo nos lo explica con una de sus metáforas, aunque esta vez literaria en lugar de gráfica: “Ahora mismo es uno de esos momentos en los que uno se parece peligrosamente al malabarista del circo en el número de los platos giratorios. Voy corriendo de plato en plato haciéndolos girar, esperando que no caiga ninguno. Dicen que es buena señal, pero es agotador”.