Entre las protagonistas de estas páginas –cinco madres y seis hijas– no hay sombra que valga porque todo lo inunda la luz. Luz de admiración, de respeto y de cuidado por lo que una construyó y otra continúa con orgullo. Todas coinciden en que la hostelería tiene magia, pero también es dura y sacrificada, por eso casi ninguna tenía intención de dedicarse a ello desde un principio. Y es que la sombra de la conciliación es larga y difícil de alcanzar cuando los horarios son incompatibles, uno de los grandes retos que tiene la profesión -de hecho, la Dirección General de Igualdad patrocina este encuentro-. Aunque no es fácil, ellas lo han conseguido y lo han hecho juntas.
Fina Puigdevall y Martina Puigvert
Les Cols, Olot, Girona
La conexión que hay entre Fina y Martina traspasa cualquier límite, tanto, que hay veces que con una palabra entienden todo lo que la otra quiere expresar. “Adoro a mi madre, tiene una sensibilidad y una manera de entender la vida preciosa”, reconoce Martina. Ella cree que siempre ha querido ser cocinera sin saberlo: “De pequeña no decía nada, pero en mi familia hemos vivido la cocina de una manera muy real y natural. Rodeados de naturaleza, valorando los productos de temporada… Fui a las puertas abiertas del Basque Culinary Center y me emocioné”.
Ahora es jefa de cocina en Les Cols, el restaurante que abrió su madre, Fina Puigdevall, en 1990 y en el que también trabajan su padre y hermanas. Un proyecto rebosante de personalidad que se ubica en la misma masía en la que nació Fina.
En este tesoro de La Garrotxa el relevo generacional se siente de una forma fácil porque ambas generaciones conviven y se complementan para así avanzar en una misma dirección. “Mi madre y yo tenemos el mismo gusto por el producto y los sabores, tenemos el mismo sentido de la estética y nos comunicamos igual; ella me da mucha fuerza y creo que yo a ella le aporto ilusión y ganas de seguir evolucionando”, cuenta Martina. ¿Mayor exigencia por ser su hija? Cree que sí, pero de una manera muy sana.
Ana Martín y Luisa González
La Tana, Granada
Ana Martín fundó, junto a su hermana, la Taberna La Tana en 1993, un lugar de encuentro en un barrio en el que apenas había bares y que hoy se ha convertido en un imprescindible para los aficionados del buen vino. Llegaba con los deberes hechos porque antes de abrir su negocio había sido jefa de cocina y gobernanta, y era conocida y respetada dentro del ámbito de la hostelería.
“O te quedas o te quedas”, así de claro se lo dejó a Luisa, su hija, cuando su hermana se fue a vivir a Málaga, y a Luisa no le costó nada quedarse, porque en su familia la hostelería ha sido siempre una pasión. “Ella me lo ha enseñado todo, no conozco a persona más apañada, ya sea poniendo un ramo de flores, un frutero, cocinando… Tiene mucha sensibilidad, algo que yo no tengo, soy más relaciones públicas”, reconoce Luisa.
Aunque a Ana siempre le ha gustado trabajar rodeada de mujeres, eso no impidió que su hijo Jesús se involucrara en el proyecto. Hoy están los dos al frente del negocio y trabajan con el propósito de que todo el mundo se vaya satisfecho. “Nuestra madre está muy orgullosa y nos lo dice muy a menudo, se le cae la baba”, afirma Luisa, orgullosa.
Isabel Maestre, Marta de Cárdenas e Isabel de Cárdenas
Catering Isabel Maestre, Madrid
La historia de Isabel Maestre comienza en los años 70, cuando, cansada de estar sentada en una oficina, decide cambiar el rumbo y empezar a vender patés, tartas y postres a conocidos. El oficio la cautivó y se decidió a aprenderlo en la escuela Alambique para después impartir un cursillo sobre la Nueva Cocina Vasca en San Sebastián (ella es donostiarra de pura cepa). Fue entonces cuando una alumna le pidió que la ayudara a preparar en su casa una comida para algunos invitados y desde entonces los encargos no cesaron.
En 1980 abrió el Obrador de Cocina de Isabel Maestre, convirtiéndose en la pionera del catering profesional en España. Una apuesta que le valdría el Premio Nacional de Gastronomía en 1996.
Aunque sus hijas han admirado siempre a su madre, no contaban con que seguirían sus pasos. Marta de Cárdenas, que ha estado muy unida a ella desde pequeña, iba a ayudarla cuando salía del colegio, pero estudió la carrera de Historia porque la hostelería le parecía muy sacrificada. De su madre han aprendido la importancia de la seriedad, pulcritud y compromiso en el trabajo y ellas han aportado una evolución.
Junghwa Park y Guiyue Pei
Casa Pei+, Madrid
Junghwa Park llevaba mucho tiempo queriendo vender su comida, pero le faltaba confianza en sí misma para terminar de hacerlo realidad. Fue su hija, Guiyue Pei, quien le dio ese último empujón; y así nació Casa Pei+, un dumpling café que ha causado sensación en Madrid y en el que también participa su marido.
Antes, en China, Junghwa había trabajado en un restaurante durante un corto periodo de tiempo y más tarde, ya en España, Huawei le dio la oportunidad de enviar su comida a los trabajadores de la empresa. “Es la primera vez que trabajo con mi madre, pero es muy cómodo porque nos entendemos muy bien, además, piensa de una forma amplia y eso le permite adelantarse a los problemas”, cuenta Guiyue.
Y es que ambas forman el equipo perfecto porque, si una aporta la experiencia y la paciencia, la otra lo hace plasmando su creatividad en el espacio a través de la decoración, el diseño y la presentación de los platos, además de gestionar las redes sociales. Casa Pei+ desprende cariño por los cuatro costados, el mismo con el que Guiyue habla de su madre: “Es única, es humilde y bondadosa. Si en un futuro soy madre, quiero ser como ella”.
María José San Román y Raquel Perramón
Monastrell y Pizzeria Infraganti, Alicante
“Después de haber crecido en una familia en la que la hostelería lo era todo, lo que quería era alejarme de ese lugar”, afirma tajante Raquel Perramón. Y es que su madre, María José San Román, es una mujer de acción y curtida en mil batallas hosteleras, propietaria de Bulevar Rosa, Frankfurt (hoy Tribeca), La Vaquería o Monastrell, el restaurante que le valió la fama y por cuyo trabajo es conocida como la gran dama de la cocina mediterránea.
Durante su juventud, Raquel no tuvo más remedio que apoyar el negocio familiar, pero después tras acabar sus estudios, se fue a vivir a Bruselas, aunque volvió a Alicante en 2008, con la crisis. Ya en casa, Perramón decide trabajar con su madre en la parte de marketing, y fue en ese momento cuando el Monastrell consiguió su primera estrella Michelin.
Adora trabajar con su madre, a la que considera enérgica, inspiradora y vanguardista, pero siempre le había seducido la idea de tener una pizzería, así que en 2019 abrió Infraganti junto a su marido. De esta forma Raquel deshacía el camino para volver al origen: “Cuando era pequeña mis padres tuvieron una pizzería y era mi lugar favorito”, recuerda.