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Tres décadas de cocina tradicional y marítima en la Costa Brava

El restaurante TRAGAMAR cumple 30 años y no deja de ganar adeptos que llegan para disfrutar de las vistas, sus arroces y platillos.

Pasear por el casco antiguo, asomarse al mirador de Manel Juanola i Reixach o recorrer el camino de Ronda. El municipio ampurdanés Calella de Palafrugell ofrece multitud de experiencias a lo largo de todo el año que se completan con la gastronómica. Algo que bien saben en TRAGAMAR, porque en este restaurante del passatge Jimmy Rena llevan 30 años regalando a locales y visitantes un despliegue de buena cocina en la que destacan los arroces y platillos.

Bajo la firma del Grupo Tragaluz, aquí se captura la esencia mediterránea gracias también al papel fundamental de los proveedores, muchos de los cuales son de localidades cercanas. Así ocurre con el pescado fresco, que llega cada día de la lonja de Palamós y que se ha convertido en una de las señas de identidad de TRAGAMAR. Pero también gracias a su ubicación, que permite maravillarse con el atardecer o disfrutar de una cena bajo la luz de la luna.

El chef Christian Martínez cincela una carta de tradición y producto mediterráneo: atún rojo en tartar, gambas de Palamós a la plancha, pescado salvaje al horno o a la sal, arroz caldoso de pescado y marisco, pez limón en crudo con AOVE, mejillones al estilo belga o sepionetas a la plancha con alcachofa confitada. Además, como entrantes nunca fallan las croquetas de pescado y gambas, la ensalada Niçoise Tragamar o las patatas Buthan –muy sorprendentes–. Todo un sueño para aquellos que disfrutan con la cocina fresca, sabrosa y local.

El dulce también tiene su lugar. Y qué lugar: crema catalana y recuit de Fonteta con fresas, lavanda y miel, un postre de la zona a base de queso fresco. ¿Qué más? Vinos bien seleccionados, con mucho protagonismo de referencias catalanas y francesas; y, por supuesto, el mar como mejor telón de fondo que se observa desde sus grandes ventanales. Así TRAGAMAR, haciendo honor al pueblo de pescadores en el que se ubica, ha sabido conservar su espíritu de chiringuito para empaparlo de buen ambiente y mucha luz.