Gervasio Posadas (Montevideo, Uruguay, 1962) trabajó durante años en algunas de las principales multinacionales de publicidad hasta que sucumbió a la crisis de los 40. Es autor de las novelas ‘El secreto del gazpacho’ y ‘La venganza es dulce y además no engorda’ y, en 2008, fue galardonado con el premio Sent Sovi de literatura gastronómica por ‘Hoy caviar, mañana sardinas’. Es colaborador en distintos medios y director del taller de escritura online yoquieroescribir.com
Acaba de publicar la novela ‘El mentalista de Hitler’ (Suma de Letras), a raíz de la cual ha publicado un reportaje sobre el Berlín de entreguerras en el número 14 de Tapas. ¿Aún no lo has visto? No te lo pierdas.
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Tu comida favorita es…
La italiana y la que mi nostalgia recuerda que hacían nuestras madres.
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¿…y la que más detestas?
El repollo, ajjj
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Si pudieras elegir, ¿qué comerías ahora mismo?
Unos huevos fritos con arroz, me los he prohibido una temporada para poder disfrutarlos más.
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¿Recuerdas cuál fue el primer restaurante que visitaste?
El primero que recuerdo es un italiano que había en el Jurásico en la Carrera de San Jerónimo de Madrid. Yo debía tener tres años y me puse perdido de raviolis.
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¿Y ese al que volverías sin parar?
La Rampa, en el puerto de San Sebastián. La mejor merluza frita del universo.
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Ahora, uno que no recomendarías ni a tu peor enemigo.
Los de los aeropuertos, plástico a precio de oro.
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Un sitio por conocer.
Estoy deseando ir a probar los asados de Etxebarri. A ver si este verano apruebo esta asignatura pendiente.
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Tu bebida favorita.
Vino tinto y un rosado navarro si hace calor.
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Tu primera copa fue de…
Vodka con Drambuie. Mi padre casi se mata al resbalarse con el recuerdo que dejé en la puerta de la habitación.
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…y la última?
Cada vez tomo más vino y menos copas, la última un Pisco Sour de hoja de coca en el Central de Lima.
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El plato que mejor te sale es…
Casi todos y casi ninguno, me gusta más explorar nuevas recetas que perfeccionar. Si tuviera que elegir uno, el pescado a la menorquina.
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Una canción / película / libro que te dé hambre.
Libros, casi todos los que tratan de cocina. Películas, Julia & Julia. Es malísima, pero te dan ganas de probar todas las recetas.
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Una canción / película / libro que te revuelva el estómago.
Ratatuille. La idea de las ratas en la cocina me parece repugnante.
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Un aroma o recuerdo sensorial de la infancia.
Con siete u ocho años me moría por las chuletas de cerdo y solía guardar el hueso para olerlo a escondidas. Si, comprendo que también suena muy repugnante.
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¿Qué pedirías en tu última cena?
Unos huevos fritos (hoy tengo antojo, que le vamos a hacer) con un chato de cicuta para acelerar el mal trago.
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¿Qué tres cosas no faltan nunca en tu nevera?
Queso, jamón serrano y fruta.
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¿Qué plato no soportabas de pequeño y ahora te encanta?
Precisamente odiaba el queso. Hasta los veinte años no lo podía soportar y ahora me cuesta pasar un día sin tomar aunque sea un poco.
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¿Tienes alguna manía de comer o beber algo concreto mientras escribes?
Soy bastante aburrido, solo bebo agua. No tengo vocación de poeta borracho ni de autor póstumo.
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¿A qué escritores (vivos o muertos) te gustaría poder sentar alrededor de una mesa?
Elegiría un once de buenos conversadores: Borges, Delibes, Quevedo, Cervantes, Eduardo Mendoza, Emily Brontë, Dostoievski, Gogol, Irene Nemirovsky, Chaves Nogales y Laurence Stern.
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En tu libro, ‘El mentalista de Hitler’, recorres la vida ociosa del Berlín de entreguerras. ¿En qué lugar y con quién de aquella sociedad te habría gustado compartir una cena?
Hitler sería una opción obvia, pero era un vegetariano más preocupado por sus flatulencias que por lo que comía y además no sabía escuchar. Quizás quedaría con Albert Einstein y me lo llevaría a algún cabaret divertido, tipo “El cielo y el infierno”, un lugar con dos ambientes, el celestial y el demoníaco.