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La proyección de Remírez de Ganuza está fuera de toda lógica. Sacudida la pandemia, la bodega que lidera José Ramón Urtasun protagonizó en 2021 un récord de ventas y un crecimiento del 32 por ciento al año siguiente. Además, en ese 2022 logró vender la friolera de 50.000 botellas por encima de los 50€, un hito hasta ahora sólo alcanzado en España por Vega Sicilia. Su último proyecto es Iraila, un vino cien por cien garnacha vieja de parcelas pequeñas, del que se han hecho solo 900 botellas (y han salido al mercado apenas 600).
¿Cómo nace esta nueva referencia de la bodega?
De la forma más natural posible. Estábamos Jesús [Mendoza, enólogo de la bodega] y yo en el patio, recibiendo un camión de uvas graciano durante una vendimia, y nos pusimos a fantasear sobre cómo sería hacer un graciano 100% monovarietal, sin afectarle al Remírez. Entonces Jesús dijo: “Pues con graciano no sé, pero con la garnacha podíamos hacer un monovarietal que merezca la pena”. Buscábamos una garnacha muy pura y muy fresca. No buscamos una garnacha sobremadura, como hay muchas en España, buscábamos frescor. Pero como son dos parcelas pequeñas no dan para mucho. ¡Y ahora todos se enfadan porque son pocas botellas!
La bodega ha protagonizado un crecimiento increíble. ¿Qué baza juega el mercado internacional?
Efectivamente, hemos estado creciendo de una forma fuera de lo normal, muy rápido y de manera muy consistente durante varios años. Creo que todavía, siendo una bodega pequeña, tenemos un reconocimiento desigual en el mundo. En España, y sobre todo entre los profesionales, somos muy conocidos. Pero siempre hay gente que ni ha oído hablar de nosotros ni ha probado nuestros vinos. Esto pasa más en el extranjero. Hay muchas partes del mundo en las que todavía somos grandes desconocidos, mientras que en otras es al revés: tenemos un mercado muy sólido y que funciona muy bien.
¿Estados Unidos, por ejemplo?
Allí es increíble. Lo que pasa es que somos pequeños y es más difícil darte a conocer. Pero el recibimiento cuando viajo a EE UU… es el más positivo que he visto nunca. Es impresionante, porque además los americanos tienen la virtud de que son muy rápidos decidiendo. Si les gusta, inmediatamente te lo dicen. En casi el cien por cien de los sitios que visito, salgo con una orden de compra. Y eso es algo maravilloso cuando estás vendiendo.
Se habla mucho ahora de la digitalización del campo como uno de los grandes retos del sector. ¿Cómo lo afrontáis?
Paso a paso y con cuidado. Aunque sí somos punteros en muchas cosas y hemos innovado en otras tantas, pero al ser pequeños tampoco nos planteamos estar a la última en asuntos que supongan una reestructuración y una inversión muy importante en tecnología punta. Quizá hemos sido innovadores en los procesos, pero no tanto en la tecnología. La bodega sigue siendo a día de hoy muy manual y muy, muy artesanal. Sin duda es un tema muy interesante, pero creo que hay otros que deben dar los primeros pasos para nosotros darlos cuando ya estemos un poco más seguros.
El impacto del cambio climático también está afectando a muchas bodegas. ¿Temes que la reducción de la producción incida en el precio de vuestros vinos?
Ya sabes que la gran mayoría de los vinos que elaboramos son de guarda, tardan muchos años en estar en el mercado. Por eso no veo la necesidad inmediata de repercutir en una añada corta como sí la tiene si por ejemplo estás vendiendo vinos jóvenes. Un reserva tarda aproximadamente siete años en salir al mercado y un gran reserva, diez. Eso nos da un margen muy importante para equilibrar los números.