Harder y Regusci se conocieron en la James Cole Winery y siguieron trabajando juntos posteriormente en T-Vine, una célebre bodega de la zona. Estos especialistas en la elaboración de vinos estaban hartos de esa imagen de la vieja escuela que proyectan la mayoría de bodegas de Napa. “Cuando encontramos este lugar estaba bastante deteriorado, así que uno de los grandes objetivos era restaurarlo respetando el espíritu del art-deco que presidía la fachada, pero añadiendo en el interior algo de nuevo espíritu”, cuentan. “En realidad –confiesan– es también un homenaje a Eddie Bratton, el mecánico que fue dueño de esta gasolinera, un tipo increíble, corredor de motocicletas, que se dejó la espalda en este lugar”, dice Feuchuk, mánager de la bodega. “Su espíritu lo impregna todo”, asegura. De la misma forma, estos californianos dedican cada año parte de los beneficios a distintas causas benéficas: la última, con un rosado que se dedicó a las víctimas del cáncer de mama.
No cabe duda de que el esfuerzo conceptual ha generado unos resultados espectaculares, a años luz de cualquier otro rincón de Napa donde se sirva alcohol y a juzgar la velocidad a la que se agotan todos los vinos que producen, la apuesta les ha salido bien: “¿Te gusta ese vino que has probado ahí dentro? Pues más vale que lo compres porque no volverás a verlo. Nos gusta pensar que cada día es distinto y que hacemos estos vinos con el objetivo de disfrutarlos con los amigos y la familia. De ahí que el lema de la bodega sea “Never dream alone” [Nunca sueñes solo]”, aclaran Harder y Regusci.
Uno de los aspectos más trabajados de esta bodega de corte hipster (aunque a sus dueños no les gusta que se les aplique el adjetivo) es el elaboradísimo diseño de sus botellas. De artistas locales a tatuadores foráneos, cada añada de la Tank Garage Winery se convierte en un objeto de coleccionista, y el hecho de que su producto solo se distribuya dentro de las fronteras de Estados Unidos y de que cualquier cosa que coloquen en su web se agote en cuestión de minutos, ha convertido a los de Napa en una compañía de culto, algo que ellos agradecen y a lo que corresponden subiendo cada vez más el estándar de calidad.
“Cada botella es única y nos ceñimos a esa filosofía” explican. Harder y Regusci acaban de lanzar su apuesta más ambiciosa: “Un vino en botella de cristal cromado, con un logo que parece directamente salido de uno de esos coches de lujo de los años 50”. Solo 500 cajas, a 65 euros la unidad, cuyas peticiones ya superan con mucho la producción disponible.