No hay mejor salsa que el hambre. Como no hay refrán que no sea cierto en su totalidad.
Aunque para hambre el que nos está entrando ahora a nosotros con tanto hablar y escribir de comidas, condimentos y aderezos.
Vamos a hacer un ejercicio: pensamos en un día caluroso, ajetreado y con las calles invadidas por los diferentes olores que salen de sus bares, panaderías y restaurantes. ¿Qué es lo primero que te apetece hacer? Comer. Y tenemos tanta hambre que no miramos el qué. Nos dan un niño y también nos lo comemos.
¿Por qué?
Porque como dice este refrán, no hay mejor salsa que el hambre. Cuando hay hambre nos da igual qué haya en plato, que nos lo comeremos.
No hay mejor salsa para acompañar al plato fuerte que nuestras propias ganas de rebañar el plato con el hambre.