Los hermanos Mario y Carlos Gelabert iniciaron esta aventura en 2015, tras dar sus primeros pasos en una empresa familiar. Valencia, su tierra natal, fue la encargada de acoger el primer restaurante de hamburguesas, que hoy se ha vuelto en una revolución en el sector, con la instalación de 16 locales por toda España, incluso Madrid.
Con las ideas muy claras, los hermanos tienen muy definida sus distintas metas tanto a corto como a largo plazo. El padre de ambos ha sido la figura referente en este proyecto, ya que al ser el antiguo director de la primera empresa, les había dado las herramientas y la formación necesaria para emprender un nuevo camino.
La apuesta de los Gelabert ha sido el producto de calidad y un entorno de trabajo chulo y divertido. El sello de identidad de estos restaurantes es que cada uno son distintos, pero con algo en común y poseen personalidad propia. Es el reflejo de lo que viven día a día sus fundadores y lo que les motiva o inspira.
Además, en determinadas ocasiones, hacen ediciones especiales como el Pink Edition, donde todo el local se tiño de rosa o el Clandestine Edition, un espacio recogido en otro restaurante más grande.
La unión hace la fuerza
La marca Fitzgerald no se entiende sin el equipo que lo forma, y no solo los fundadores, sino sus empleados que apuestan por este modelo de negocio. Al haber vivido en primera persona los sacrificios de la hostelería con un modelo tradicional, ellos decidieron que quería formar un buen equipo y darle unas buenas condiciones laborales para que se sintiesen a gusto.
Entre las condiciones de trabajo se encontraba el tener unos horarios fijados, días de descanso y el día del cumpleaños para disfrutarlo sin trabajar. El lema de estos hermanos era cuidar a los empleados que hacen crecer su negocio.
Además su marca y sus colores llegarán más lejos que del propio sector de restauración. Fitzgerald sacará una nueva línea de ropa y de decoración.