Dicen de Basilea que es un punto de encuentro, y no les falta razón. Porque andando un poco, puedes llegar a Alemania, cruzar un puente para aparecer en Francia y volver a Suiza paseando por la ribera del Rin. Lo mismo pasa con el aeropuerto, con puertas de salida que llevan a países distintos. Encuentro también entre un pintoresco casco antiguo y la más moderna de las arquitecturas.
Qué ver y qué comer en 24 horas en Basilea
08:30 DESAYUNO
Te avisamos. Prepárate para recorrer bien Basilea, porque si te alojas en un hotel de la ciudad, te dan un billete Mobility para utilizar gratis los transportes públicos durante tu estancia, y lo vas a aprovechar. Pero antes, desayuno, por ejemplo, en el Fumare/non Fumare, uno de los cafés más populares del centro. Otra opción es Les Gareçons, en la antigua estación de tren Badischer Bahnhof. Y luego, ruta obligada por marktplatz, llena
de productos frescos que querrás comprar y enfrente del espectacular ayuntamiento dónde Roger federer celebra sus triunfos.
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10:00 MUSEOMANÍA
40 museos en 37 km2 dan para elegir. Para los amantes del diseño y la arquitectura, el Vitra: un edificio de Frank Gehry donde verás las sillas de Charles & Ray Eames. Si prefieres la pintura y quieres una historia conmovedora, el Kunstmuseum: al cual Picasso donó distintos cuadros después de saber que los ciudadanos habían pagado 2,4 millones de francos de sus bolsillos para salvar dos pinturas del malagueño que un coleccionista en apuros estaba a punto de vender. Y para visita rápida, el minúsculo Hoosesagg Musseum, en el portal de una vivienda privada de la calle Imbergässlein.
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13:00 COMAMOS
Aquí se come pronto, así que hay que organizarse. Si estas en el campus Vitra quédate en el VitraHaus Café –diseñado por Herzog & de Meuron– y toma cualquiera de las especialidades regionales. Para un buen cerdo asado o ternera en salsa acompañados de la cerveza más popular de la ciudad, hay que ir a Fischerstube (Rheingasse, 45) . Eso sí, siempre con reserva previa. La comida tradicional también la tienen en el Kunsthalle, al lado de la fuente Tinguely (visita obligada) y con una terraza que en verano apetece. Y si eres más de brunch, el mejor se encuentra en SMUK.
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15:00 DE PASEO
Después de comer toca caminar por el casco antiguo y la calle Spalenberg, de tiendas tradicionales. Entre ellas el paraíso de los adornos navideños, Johann Wanner, de quien cuentan –aunque oficialmente no confirma– que decora el Vaticano y la Casa Blanca.
Para coger fuerzas, un chocolate a la taza en la Confisserie Schiesser (en Marktplatz desde 1870). Y aprovecha, pases por donde pases, para comprar Läckerli Huus, el dulce por excelencia de la ciudad. acaba la tarde cruzando el Rin con una de las cuatro barcas impulsadas solo por la corriente.
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20:00 CENAR
Enseguida vamos a la cena, pero antes, un último trayecto hasta Spalentor, una de las puertas de acceso de la vieja muralla. En el camino, parada en la Iglesia de San Leonardo, desde donde hay unas increíbles vistas a los tejados de la ciudad. ahora sí, a la mesa: a la del 1777 Restaurant, inspirado en los cafés vieneses y con una mezcla de comida mediterránea y local; o a por una hamburguesa, ya sea en union diner o Valentino’s. Los sibaritas, a Rubino, con una gran selección de vinos. La opción ‘top’ es el tres estrellas Michelin Cheval Blanc, donde el chef Meter Knogl trabaja desde hace 10 años.
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22:30 DORMIR ( O NO)
Aquí en general se va a dormir pronto, pero esta vez decidimos terminar la noche por
todo lo alto. Literalmente. ¿Qué tal un cóctel a 105m. de altura? En el bar Rouge los sirven con DJ incluido. Y ahora sí, después del tour nos retiramos a descansar a Les Trois Rois, un hotel de lujo en el que se han alojado desde Richard Wagner o Gustav Mahler a la Reina Elizabeth II de Inglaterra, pasando por Ella Fitzgerald, Charles Dickens, Bob Dylan o Napoleón Bonaparte. Si en el presupuesto no te quedan francos, apunta el Basel Youth Hostel, que no por ser albergue, se queda sin un increíble diseño interior.