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La resurrección nostálgica de Futurama se ha clavado en el corazón de toda la comunidad de fans detrás de las aventuras de su distopía futurista. Aunque aquí, más allá del esperado come back, hemos venido a comentar la visión gastronómica de su realidad tecnológica.
Si hacemos zoom a todas las mesas y veladas que tienen lugar en la serie, podemos ver como la comida se representa como una vía de expresión para ilustrar y denunciar los peligros del capitalismo tardío. Una metáfora que conecta cada uno de los episodios y se refleja ya no sólo en sus platos en sí, si no en sus sórdidos restaurantes, en su escasez de productos o en una emoción incomprendida que subyace del consumo de la comida industrial envasada.
Esa visión sombría del futuro y sórdida de la gastronomía se vislumbra asimismo a través de algunos personajes como Fry, antiguo repartidor de pizzas, que come con frecuencia algo llamado ‘Bachelor Chow’, un alimento marrón parecido a la comida de perros que presume de tener una versión mejorada ‘con sabor’.
En esta misma realidad en la que Futurama explora cómo podría ser la alimentación del futuro -mientras sirve una crítica a la masificación industrial y a la crisis climática- existen materiales ‘comestibles’ como el de Soylent hecho de cuerpos humanos, mencionado en sus chistes, que incluso aparece como un ingrediente especial en un concurso de Iron Chef.
La comida basura del futuro
Aunque si hay alguna bebida posicionada en el núcleo de su universo culinario, esa es Slurm: una sustancia verde tóxica altamente adictiva que es la favorita de Fry. En uno de sus episodios destacados, en el que viajan a la fábrica subterránea de Slurm, más allá de destapar su explotación laboral, conseguirán acceder a algunos de los ingredientes secretos de esta bebida, como las secreciones anales de la reina de Wormulon.
La posterior renovación de esta bebida a ‘Slurm Zero’, promocionada con el eslógan ‘nada de sabor, toda la adicción del original’, se presenta asimismo como un paralelismo de la coca-cola light, y la contaminación ocasionada por la sobre-producción de las grandes fábricas, así como de nuestra obsesión cultural con la cafeína. Simbologías que forman parte de un contexto más amplio y/o de una sátira social en torno a los autoservicios y la ‘basura real’ que muy pronto podríamos estar comiendo los humanos en el futuro.