Con el negro ya iremos otro día que, para consuelo de todos y sobre todo de las madres, ya sabemos qué es lo que tiene el negro, pero hoy vamos a centrarnos en el naranja que, además de ser el color otoñal por excelencia en los paisajes, también lo es dentro de la gastronomía porque el color naranja es el que está más presente en los platos de temporada.
Empezando por las naranjas y las mandarinas que da el mes de noviembre, pasando por el color tostado que adquiere el membrillo y rematando la faena por pescados como el salmón. Todos estos alimentos son más considerables en el mes que protagonizamos, y sólo queremos saber qué tiene el naranja de bueno para que la gastronomía se lo rife de esta manera.
¿Qué es bonito y decora y alegra un plato? Por supuesto, no lo dudamos. Pero sus virtudes van más allá de una cara bonita.
Los alimentos naranja tienen una especial sintonía con el otoño: cuidan nuestras defensas en los meses de más frío con su aporte de nutrientes y beneficios.
Las naranjas y mandarinas, estos cítricos, son ricos en vitaminas, sobre todo, la A, C y las del complejo B, que reforzarán nuestro sistema inmunitario y nos protegerán de las enfermedades más susceptibles al frío como catarros, constipados, dolores de cabeza y garganta o fiebres.
Otro de los aportes de estos alimentos de color vivo nos recuerdan que los minerales también son su fuerte: mucho magnesio, fósforo y grandes dosis de hierro.
Y la mayor virtud de un pescado es disponer de la capacidad de ofrecer a sus comensales un aporte elevado de Omega 3, como lo hace el salmón, para reducir los niveles de colesterol.
Lo mismo ocurre con las cantidades de grasas naturales (y buenas) que aportan al organismo, dejando menos hueco para las malas.