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La gastronomía, como vía de expresión, adquiere aún una mayor profundidad e intensidad en la segunda temporada de ‘The Bear‘, de la que subyacen una serie de significados y mensajes aparentemente invisibles.
El poder de la comida puede unir, pero también separar; tal y como ocurre en esta serie culinaria en la que ésta canaliza en muchas ocasiones sentimientos de amor y afecto, pero también funciona como un acto de autosabotaje. Una catarsis emocional que podemos ver reflejada a través de los personajes de la obra visual: existe una pasión colectiva por la cocina que vincula al equipo, pero que, a su vez, se convierte en un obstáculo a la hora de conectar con otras personas externas al negocio.
Si hacemos zoom en el episodio 3, vemos a Carmy en terapia de grupo expresando que se había olvidado de lo que era la diversión porque estaba muy metido en abrir el restaurante. Y es que, a pesar de reencontrarse con Claire (Molly Gordon), como personaje externo al local, la comida y el restaurante siguen desempeñando un papel clave en su relación.
En este sentido, persisten secuencias de amor como una en la que Carmy le prepara la cena después de que ella le revele que nunca nadie lo había hecho antes. Sin embargo, en los momentos en los que acaba en situaciones decadentes en el restaurante, su primer instinto le lleva a sabotear a lo único que le hace feliz fuera de la cocina.
La cocina como vía de validación
En las serie, podemos ver asimismo cómo, tanto Carmy como su madre, utilizan la cocina como un canal de validación personal, que acaba vislumbrando el hecho de tener más aspectos en común entre ellos de los que el protagonista de la serie está dispuesto a reconocer.
Ambos se mueven así por esa necesidad compartida de validación. Mientras Donna lo expresa mediante actos como su ostentosa comida navideña anual, Carmy lo hace a través de su obsesión por crear un establecimiento de alta cocina de fama global que acabará dejándole una serie de cicatrices sentimentales.