Cuando se crea algo, se escribe un libro, se rueda una película o se abre un local, siempre adopta una personalidad y con ella un nombre. Y cuando se escoge, se hace por unas razones concretas. Lo que nunca imaginamos son las historias que hay detrás. Por eso, merece la pena llegar a un sitio, y preguntar, ¿por qué le pusiste este nombre? Aquí te contamos algunas de las que más nos han gustado.
1. Bar La Gloria. Calle Noviciado, 2.
Sol, la ilusionada dueña de este local, sonríe siempre. Alegre, atenta, locuaz, cordobesa… como lo era su abuela Gloria. Este lugar, con exquisitas tapas andaluzas, hace homenaje a su persona, durante los últimos años, enferma de Alzhéimer. Hace pocos meses que dejó este mundo sin la lucidez suficiente para ver lo que hizo su nieta, pero todos sus clientes apuestan porque se hubiera sentido orgullosa. El rostro de Gloria invade con elegancia el local: fotos robadas de la primera cita con el que fue su marido, sonriente posando frente a la cámara… Parece una estrella de las que hay pocas, y es que la vida de Sol y de su familia la iluminó de tal manera que lo mínimo era basar su sueño de montar una taberna y llamarla como además sabe su cocina, a gloria.
2. Juan Raro. Calle Miguel Servet 7.
Esta taberna / bar / cafetería, abierta en el barrio de Lavapiés desde 2014, acoge el título de una novela de Olaf Stapledon, un escritor inglés del siglo XX conocido por sus obras de ciencia ficción. Para Juan Manuel y Chema Claudio, dueños y socios, el nombre de ‘Juan Raro’ resumía el concepto de su cocina y su local: ‘Juan’ les transmitía lo tradicional y ‘Raro‘ lo diferente, lo que cambia y evoluciona. Y es que cuando entras, sientes que es un lugar en el que tomar un café, comer relajadamente con amigos, tomar unas cañas o simplemente leer un libro. Un espacio que ellos definen como “polivalete”. Un local en el que poder ser raro y no sentirse como tal.
3. Mi madre era una groupie. Calle Santa Polonia, 5.
No es del todo extraño que las mejores ideas surjan entre amigos con unas copas en la mano. Así apareció este, concretamente una noche en el Sideral, un bar en Malasaña propiedad de los mismos dueños. Cada noche era un viaje al rock que les vio crecer y formarse como dj’s y melómanos. Así, entre cervezas y risas, llegaron a la conclusión de que, criándose en el Madrid Rock y en la época de la movida, podrían haber sido perfectamente hijos de una groupie. Así que sintieron que el pasado o lo que podría haber sido debía estar en el cartel de un bar. Así, cada noche que acaba entre las paredes del local, sueñas que, en otra época, tu madre estaba allí bailando y sudando como ahora lo haces tú.
4. Moncholi Restaurante. Calle Ibiza 52.
Carlos y Juan, amigos de la infancia, siempre se han llamado entre ellos ‘Moncholito’, ‘Moncho’, ‘Moncholi’… Era algo tan familiar que incluso uno de ellos llamó así a su perro. Y con la broma, incluso a sus mujeres se les llamaba Moncholas. Así que no quedaba otra, porque demás querían un local que reflejara ese espíritu, esa amistad que desde pequeños han disfrutado. Con su cocina, y con la decoración del local, han querido transmitir ese momento en el que se está con los amigos, uno se olvida de todo y entre risas, se detiene para grabarse ese momento en la memoria. Así que, como ellos dicen, todos sus clientes acaban siendo Moncholi.
5. Lambuzo. Calle de las Conchas, 9 / Calle Ponzano, 8.
Esta familia gaditana se trasladó a Madrid para montar esta moderna taberna con cocina andaluza. Tras una gran tormenta de ideas, con el convencimiento de que fuese algo de la tierra, les viene a la cabeza nombres de platos, productos… y de repente les vino ‘Lambuzo’. Y es que en Villamartín, el pueblo de la provincia de Cádiz al que pertenecen, es supersticioso llamar a alguien así. Ellos definen lambuzo como “alguien que come sin conocimiento”. Pero les recordaba tanto al abuelo Luis y al tito Curro, los lambuzos de referencia en la familia, que no podían quitarse el nombre de la cabeza. Además resumía el concepto del local: Cádiz, buen comer y autenticidad. Es lo que se respira en sus dos locales, situados en la calle de las Conchas y Ponzano. Parece que de repente te ha surgido una nueva familia, gaditana, y que estáis en casa compartiendo los platos de toda la vida. Eso sí, el acento no te sale muy bien.
6. Los Chuchis. Calle Amparo, 82
Paloma y Fernando aseguran que el nombre de su local no tiene nada de especial, pero refleja la amistad que conservan desde la universidad. Entre ellos siempre se han llamado ‘chuchis’, con esa connotación que se le da cuando ves a un amigo mal y sabes que necesita un abrazo o un ratito de charla. En noviembre de 2012 se unen al londinense Scott, un manager de restaurantes que quiere venir a vivir a España y montan este coqueto bar en el barrio de Lavapiés. Cocina de mercado, sin pretensiones y según definen, anglo-mediterránea. Un lugar que te acoge con una sencillez y honestidad arrolladora.