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Los fabricantes de bebidas llevan mucho tiempo sumergiéndose en las profundidades del mar en búsqueda de inspiración a la hora de crear la identidad de marca o las técnicas de destilación. Y es que, ahora más que nunca, las marcas de licores parecen estar muy interesadas con lo que el fondo del mar puede obsequiarles: el envejecimiento de sus bebidas bajo el agua.
La inmersión de las marcas
Eso sí, se trata de una práctica que tiene que llevar un respaldo legal detrás, no como le ocurrió recientemente a Ocean Fathoms. El caso ilegal de crianza de vinos en el fondo del océano por parte de la empresa californiana, con el fin de que sus botellas desarrollasen ecosistemas de percebes y conchas, sin los permisos de la Oficina de Impuestos y Comercio de Alcohol y Tabaco (TTB), le obligó a destruir miles de botellas de vino por valor de 500 dólares cada una.
Otra de las marcas reconocidas dentro de este mundo subacuático es Jefferson’s Bourbon, dirigida por Trey Zoeller. Las barricas de su expresión ‘Jefferson’s Ocean’ navegan durante meses por todo el mundo, desarrollando esta técnica en el océano que acelera y mejora el proceso de maduración.
Se trata de un descubrimiento que tuvo lugar en un buque en Costa Rica, celebrando el 40 cumpleaños de Zoeller. Se dieron cuenta de que el whisky se balanceaba dentro de la botella al ritmo de las olas. Un instante en el que Zoeller se preguntó: ¿cómo funcionaría eso con el whisky en barriles?
Esos viajes en barco acabaron destilando -sin querer- el concepto de bourbon añejo, convirtiéndose en el origen de los viajes de la bebida espirituosa a las regiones más pobladas de Nueva Inglaterra. El bourbon que llegaba tras flotar entre 8 y 10 meses había empezado a adquirir un sabor, una viscosidad y un color más ricos y profundos.
La corriente marina garantiza así que las barricas estén en movimiento casi perpetuo, lo que acelera el proceso de maduración. Algunos bodegueros afirman asimismo haber conseguido un efecto similar de envejecimiento acelerado de sus vinos en el fondo del océano, gracias a las bajas temperaturas y el aumento de la presión.
La cara B de la tendencia
Sin embargo, no todo es oro lo que reluce dentro de esta técnica de maduración oceánica. La tendencia presenta una serie de inconvenientes: una vez que las botellas se colocan bajo el agua, no hay forma de comprobar su progreso a lo largo del proceso de maduración, e incluso pueden llegar a desvanecerse en su inmensidad. Por no hablar del gran impacto medioambiental que supone arrojar botellas al fondo marino de forma deliberada.
Sin embargo, ya sea por el atractivo estético que adquieren las botellas, como por la aceleración del envejecimiento de la bebida, y los matices que puede ofrecer, los beneficios de la maduración bajo el agua podrían hacer que esta corriente líquida siguiese perdurando a lo largo del tiempo.