Llegó un día en el que Federica Barbaranelli (Roma, 1978) sintió que la ciudad no era para ella. “Se convirtió en un ahogo absoluto, me crié en la naturaleza, junto al mar, y me sentía asfixiada, notaba su agresividad sobre la piel”, cuenta. Así que dejó Madrid, donde durante más de una década su espacio Federica & Co, instalado en un bello patio del barrio Salamanca, fue lugar de peregrinación para amantes de la decoración y las experiencias especiales. Y en un bucólico rincón a apenas 9 km de Santillana de Mar ha retomado el proyecto y, sobre todo, ha recobrado la paz.
“Estoy encantada, jamás volvería atrás”, asegura esta mujer apasionada, valiente, cercana y sincera, que emana una energía contagiosa y no duda en reconocer sus defectos. Quizá era momento de sentar la cabeza. Para ella, que siempre ha sido “muy independiente y cabezota” eso significa “llegar a un momento de entenderte, conocerte y quererte y reconocer que no sabes hacer algunas cosas y que necesitas gente que te apoye. Para mí es tener un guía como mi marido, que me pone en vereda en muchas cosas y que me hace ser muy responsable, porque soy muy trabajadora pero también muy caótica”. Juntos rehabilitaron hace un par de años en el pueblecito de Novales una antigua casa de indianos con jardín que hoy destila un irresistible encanto entre provenzal y de la campiña inglesa. En este cottage gastronómico se puede comer, recibir clases de cocina, comprar vajillas, muebles y objetos decorativos traídos de Francia y Suecia y hasta pernoctar dejando atrás las prisas y el estrés de la urbe. Lo que quiso hacer Federica. Aquí todo transcurre a otro ritmo. El burro Darwin, los perros Cash, Dumas y Priscila y el poni Caro dan la bienvenida a quien visita la casa. Asegura la propietaria que siempre ha perseguido sus sueños (con 17 años se marchó a Nueva York porque quería ser escritora) y que encuentra una belleza inagotable “en las cosas simples”. Este amor por la sencillez lo aplica a su cocina. “Somos una casa de comidas, no hacemos platos sofisticados sino que me baso en recetas tradicionales italianas y francesas [se formó en la escuela Ritz Escoffier de París]. Lo que tenemos de especial es el tiempo y la calidad de la materia prima, algo en lo que soy absolutamente implacable, todo tiene que tener un origen”. Rastrea incansable para buscar los mejores proveedores, visita mercados en Biarritz y cuenta con huerto propio. “Cocinar – dice– me apasiona desde los 5 años y saca lo mejor de mi misma. Y de enseñar a cocinar lo mejor es compartir momentos e historias personales con gente muy diferente alrededor de los fogones”.
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©Elisa Lorenzi