Lo único que nos gusta más que hablar de gastronomía, es comer. Por eso, nos pusimos “el babero” y comprobamos que la magia de Cuchy Pérez a los fogones nos daría mucho de qué hablar y no solo por ser la hija de Florentino Pérez. Pendiente la visita ya desde hace tiempo, en plena Milla de Oro Madrileña (callejón de Jorge Juan), esconde una casa donde siguiendo sus reglas, pasamos, comimos, bebimos y nos dejamos llevar…
El Babero, es una propuesta castiza y actual de barra. Una oda al producto y a las recetas de siempre con toques actualizados. Un lugar que nos recuerda lo que son los bares: mesas altas, taburetes, cervezas bien tiradas y aperitivos que acaban en cenas. Súmale sus croquetas, la ensaladilla, la tortilla (y qué tortilla) y el resto de platos para hincar cuchara que harán, tras una primera visita, que
siempre haya excusas para volver.
El local se divide en dos partes. Abajo, entre paredes de ladrillo y mesas de madera rústica; se encuentra la barra y la cocina. Al ser acristalada, te permitirá ver a los cocineros (y Cuchy por medio) en plena acción. Una auténtica taberna, de la cocina al plato y de la cuchara a la boca.
Subiendo las escaleras, para aquellos buscando algo más de privacidad, hay dos grandes reservados. En ellos, se le permite al cliente crear un menú personalizado y disfrutar a gusto propio de la buena mano del chef. Además, clandestinos e insonorizados, con copas y vinos podrás bailar al son de tu
propia música.
¿Y la carta que ya hay hambre? Parte impresa en papel y parte cantada por el camarero, nos demuestra su amor por España con productos totalmente locales. Si algo prima, es la materia prima, ¡y de qué calidad! Dividida en conservas, ibéricos (Joselito y de matanza casera), salazones, tortillas, cocina y guisos.
Indecisos por la gran variedad de platos, nos dejamos aconsejar. Empezamos con la ensaladilla rusa (ahora también llamada de Kiev). Cuando de tapas se trata, somos críticos exigentes, y esta ensaladilla, conquistó nuestro paladar. Con una mahonesa bien integrada, patata en su punto, temperatura perfecta y ventresca dándole el toque de sabor a mar. Seguimos con las croquetas de gambas al ajillo, cremosas, crujientes, se deshacían en la boca. Aseguramos que con estos dos
platos ya merece la pena la visita.
Y otro must, la tortilla de patatas, un referente nacional. Se ofrece en varias opciones: clásica; con cebolla; pimiento verde; calabacín; chorizo o de trufa. Siguiendo la recomendación de la casa, optamos por la de cebolla. Seguramente, de nuestros platos favoritos de la casa: melosa, deshecha, jugosa y con un inesperado “crunch” para dejarte salivando.
Aprovechando que era un día lluvioso y la fama de guisandera que tiene Cuchy, continuamos con sus verdinas con borrajas y erizo. Al ser producto de temporada, seguramente cuando vayas su propuesta de guisos será distinta. Toma nota, porque entra en nuestra ruta y volveremos a por más cuchara.
Para cerrar lo que empezó como un aperitivo, llegan los postres. Entre ellos: flan, tiramisú, tarta de chocolate o donuts. Por sí dudas, nosotros acabamos babeando. Y tú, ¿tienes ganas de disfrutar como un niño? Ve y ponte el babero.