Moncho Neira ha nombrado a la muy joven Natalia Calaf directora de Botafumeiro. Es la primera chica que se hace cargo del único restaurante de Barcelona capaz de poner a 600-800 personas al día a un precio medio de 120-150 euros, y con muchos que gastan de un modo mucho más contumaz. Moncho Neira ha sido siempre valiente. Ha entendido la calidad, ha entendido el negocio y todo cuanto ha hecho en las distintas épocas de su vida ha tenido su intención y su sentido.
Nombrar una directora de Botafumeiro es valiente. No es que sea feminista. Es valiente. Ha de confiar mucho en Natalia. Una marisquería, un público que va a celebrar y por lo tanto a beber, y no siempre al modo europeo. Clientes muy ricos de países complicados que hacen que todo se vuelva extremadamente tenso cuando se cruzan por cualquier tontería. Ahí está Moncho poniendo a Natalia a lidiar con todo ello, y también con sus compañeros, que son camareros y cocineros mucho más veteranos, de mentalidad más antigua, y que a partir de ahora recibirán órdenes de una chica. Más valentía.
Me gusta Moncho, me gusta la persona que es y las apuestas que hace por el talento. Me gusta que se la juegue, y nunca a lo loco, sino por personas que merecen la pena. Algunas veces le ha pasado que personas de su confianza se han estropeado, se han cansado o se les ha subido a la cabeza; pero en el momento que confió en ellas eran sin duda las adecuadas como hoy lo es Natalia. Sus primeros pasos han sido los acertados y a diferencia de su predecesor en el cargo, mantiene un perfil bajo en la sala, eficaz pero no exhibicionista y tiene el buen gusto de no hacerse la foto con las muchas celebridades que visitan la casa y no estar en las redes sociales.
Natalia conoce la casa y sus compañeros la respetan y hasta la arropan, y esto no es fácil porque trabajar en un restaurante como Botafumeiro es duro, desgasta, y ha pasado a menudo que cada cual va a lo suyo y siempre piensa que merece más galones y más dinero. El lujo visto desde cerca tiene aristas con las que no siempre se puede mantener la calma pero Natalia sabe lo que hace sin la necesidad de interrumpir las conversaciones de los clientes con absurdos comentarios, o grabar vídeos a la mayor gloria de no se sabe qué excentricidades y demás errores que cometen los que pierden la referencia de cuál es su lugar en el mundo y en la empresa.
El cliente de Botafumeiro vuelve a estar en el centro de la escena con una mujer valiente que cuida de él y un patrón todavía más valiente que está en el restaurante, que se entera de lo que sucede y mantiene perfectamente claras las ideas de cómo llevar su negocio y llevarnos a todos nosotros.
Nos gustan los restaurantes por la comida, por el servicio, por si estamos bien pero también por si nos caen bien. Hay restaurantes con los que a mí me ha costado no ser injusto porque a pesar de que lo hacían todo con razonable corrección, me daba cuenta de que me caían mal o muy mal. Me cae bien Botafumeiro, me gusta lo que hacen y quienes lo hacen. Me gusta Moncho y pienso que el mundo es un lugar mejor gracias a él. Me gusta Natalia, lo que se ha esforzado por llegar, lo que ha trabajado, que no haya recurrido a las tretas del feminismo para lograr lo que no merecía; y me gusta también que cuando le ha llegado el momento del desafío haya asumido la responsabilidad, no se haya escondido, y lo haya hecho con aplomo, estando a la altura de lo que se le pedía, y demostrando con su trabajo, y no con pancartas ni discursos, que mientras haya guerreras como ella, cualquier chica en el mundo podrá llegar donde quiera.