Nuestras vidas, desde su origen, conviven con innumerables seres vivos imperceptibles que denominamos microorganismos. Los microbios están presentes en todo el planeta. Existen desde el principio de los tiempos y sin ellos no hubiese sido posible la evolución ni nuestra propia existencia. Sería imposible enumerar tipos, individuos, variedades, tamaños, formas… Pero lo que está muy claro es que son capaces de alterar el medio en el cual se encuentran. Esa alteración o transformación en algunos casos es beneficiosa, positiva, y otras veces negativa o incluso catastrófica.
El estrago mundial que estamos viviendo y soportando a causa de uno de estos microorganismos es incalificable y con el agravante de la total y absoluta incertidumbre de no saber su duración y las consecuencias que derivarán hasta su control final.
En mi modesta opinión, creo que cuando se produce un episodio tan grave no queda otra opción que reaccionar con una gestión del problema honesta, profesional y, en la medida de lo posible, rápida. Y aquí es donde se produce una repercusión buena o al menos aceptable si se gestiona bien, o dramática si se hace lo contrario.
Estos microorganismos, del que todos conocemos su nombre, siguen su estrategia y los profesionales (investigadores, médicos, enfermeros, policías, militares, personal de limpieza, personal de alimentación, transportistas…) la suya: a base de trabajo y dedicación intentan minuto a minuto atajar y eliminar las consecuencias de la pandemia que causa ese dichoso virus.
La población, con la ayuda de estos trabajadores, en general aguanta cívicamente las normas que nos exigen, aunque desgraciadamente una parte muy importante de ciudadanos se van quedando en el camino. Pero todos, desde los propios microorganismos hasta los que luchan contra ellos y toda la población de nuestro planeta, dependemos de organismos que nos ‘organizan’ la vida. Y esa estrategia y gestión creo que deja mucho que desear.
¿Qué podemos hacer ante una situación tan negativa? En Bodega Contador la estrategia que hemos seguido está basada en las siguientes actuaciones:
Lo primero y fundamental es la seguridad. Aunque nuestra bodega estaba dentro del grupo de empresas que el Gobierno consideró que podían seguir con su actividad, decidimos cerrar durante 35 días. Los trabajos en la viña sí que se mantuvieron, pero adoptando todas las medidas de precaución. Los trabajadores, debidamente protegidos, acudieron a la viña cada uno en un vehículo y se realizó el trabajo guardando grandes distancias para evitar contagios.
Una vez guardada la cuarentena y con todos los trabajadores sanos, retomamos la actividad en la bodega, que está consistiendo en el vaciado de barricas, coupages de los diferentes vinos, y después embotellaremos las diferentes marcas. Este año se ha decidido sacrificar un 10% de producción para lograr mayor concentración y, en consecuencia, más nivel de calidad en todas las etiquetas. Al mismo tiempo, hemos estado en permanente comunicación con todos nuestros distribuidores del mundo para darles nuestro apoyo y establecer nuevas estrategias a nivel comercial. Creo que vienen momentos difíciles y tendremos que apoyarnos al máximo proveedores y clientes.
Todos los trabajadores se han mantenido en plantilla, incluso hemos incorporado algunos más, y ahora para la poda en verde y otras labores haremos nuevas contrataciones.
Imaginación, fuerza, trabajo, calidad y pasión. Ésas son las claves para salir adelante.
Benjamín Romeo es enólogo, viticultor y fundador de Bodega Contador, situada en San Vicente de la Sonsierra (La Rioja). Allí también tiene un ‘wine bar’, La tercera estación, y en Urduliz (Bizkaia) el restaurante Regi –que abrió con su mujer, Iraide Somarriba–. Ambos están cerrados desde el principio de la crisis, pero en este último acaban de abrir un servicio de comida a domicilio.
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