Una de esas zonas de las que jamás te cansas por mucho que visites Nueva York es la que abarca las calles 31 y 36 entre la Quinta Avenida y la Sexta Avenida, un pequeño cuadrado llamado Koreatown repleto de trasiego, olores intensos, gente comiendo buns y restaurantes especializados que abren 24 horas para jolgorio de los más golfos del lugar. Una vida nocturna de la que presume incluso en mayor medida su homóloga de Los Ángeles, una de las zonas de mayor densidad de población del país en la que 340.000 personas se mezclan hasta formar uno de los barrios más divertidos, intensos y multiculturales de la ciudad (la coreana es la mayor comunidad del barrio pese a sumar tan solo un 18% del total). Pues bien, allí, en medio de la fusión y una (medida) confusión, Roy Choi montó hace un par de años un pequeño emporio en el hotel The Line que supone una desprejuiciada visión de la cocina coreana con un punto festivo e incluso autoparódico que es muy de agradecer; pero ojo, porque aquí la comida (o más bien la cena, no abre hasta la noche) no deja de ser una cosa muy seria por mucho que se disfrute entre risas y cerveza. Pequeño picoteo variado o banchan (calamar seco picante, kimchi), ardientes alitas de pollo y otras especialidades BBQ, encurtidos potentes, platos para vegetarianos que conquistarían a un carnívoro… y, por supuesto, las ollas o Pots, rellenas casi de lo que quieras y en cantidades generosas, hasta el punto de que este es el típico sitio al que dan ganas de juntarte con los vecinos de mesa para poder pedir más cosas. ¿Suena divertido? Pues tienes que vivirlo.