Cuando te dedicas a lo que verdaderamente te apasiona es como si no tuvieras que trabajar. Así lo cree Manuel Marrón, socio fundador de Gilmar junto a Jesús Gil Marín, y nombrado recientemente Inmobiliario del Año por la FAI. Aunque lleva 36 años comprando y vendiendo inmuebles, su primer restaurante lo abrió hace 42 años, con su hermano Tino, en el número 33 de la calle Alcalá, y llevaba por nombre Don Pelayo. La inmobiliaria le apasiona porque “es un sector muy generoso en el que ayudas al cliente, porque, salvo en raras ocasiones, al poco de comprar una casa, aumenta su valor. Es tu mejor ahorro, tu hucha”. La cocina, en cambio, le gusta porque es un placer. “Para mí, un restaurante es para disfrutar. Tiene que haber un entorno agradable, una buena cocina y un buen servicio”, explica. Y añade, además, que “sirve para invitar a los clientes y poder cerrar negocios con ellos en tu propia casa”. En su opinión, “durante los últimos años, los cocineros han cobrado mucho protagonismo, y chapó por ellos, pero la sala debe estar a la altura. Para mí, un buen servicio es un 50% cocina y un 50% sala”, aclara.
Sus primeros recuerdos gastronómicos se remontan a su infancia en Asturias: “Mi madre, como todas las madres, guisaba fenomenal, y recuerdo un arroz con pitu espectacular, su carne gobernada y el arroz con leche”. Muy de su patria querida, Manuel cuenta que nació en una pequeña aldea llamada Piñera, muy cerca de Cangas del Narcea, y desde entonces ha rendido homenaje a su tierra con el nombre de varios de sus restaurantes. Al Don Pelayo de Alcalá le siguieron otros, que en la actualidad suman cinco: Urrechu Somosaguas, El Cielo de Urrechu (famoso por sus vistas) y Urrechu Velázquez, en los que entraron como socios el reconocido chef Íñigo Urrechu y su sobrino Antonio Menéndez; A’Kangas by Urrechu y La Guisandera de Piñera, que abrirá próximamente sus puertas en la calle Rosario Pino, y que es un homenaje a su pueblo y a su madre. Manuel se confiesa un “loco del buen servicio” y un “perfeccionista”, y por eso considera que en cualquier trabajo es fundamental “contar con gente motivada y no acobardada”. Su sistema de dirección implica la motivación y la complicidad con los empleados y, para él, “tanto en la restauración como en la inmobiliaria, si haces las cosas bien, el dinero viene solo”. Todo un bocado de ánimo para los emprendedores.