Gastro

Los Mejores Chiringuitos de España 2021

the best chiringuito

Los veranos sin chiringuitos no serían veranos. Y en España, menos aún… por eso los hay de todos los colores (y sabores). Algunos son auténticos restaurantes anclados sobre la arena de la playa, otros abogan más por aunar el rollito chill out, el buen ambiente y la música en directo.

En cualquier caso, somos muchos los ciudadanos que consideramos que la época estival no ha comenzado hasta que no disfrutamos de un buen tentempié con el batir de las olas como banda sonora. Porque deleitarse con una preciosa puesta de sol mientras sostienes entre tus manos un Aperol Spritz lo cambia todo.

¿Que por qué? Pues porque además de refrescarte (y muy gustosamente), esta bebida social siempre ha sido (y es) sinónimo de buen rollo, del disfrute de la vida y de la importancia de conectar con los tuyos y convertir las quedadas en únicas. En definitiva, ayuda a llenar el verano de luz y color. Y como en Tapas nos consideramos fieles amantes de la temporada de sol, playa y arena, en la que todo suma, hemos elaborado de la mano de Aperol Spritz una lista de 25 chiringuitos donde contentarse con los pequeños placeres de la vida. ¡A disfrutar!

*Disfruta de un consumo responsable 11º.

Blue Bar (Playa Migjorn, Formentera)

Su imponente puesta de sol (que suma espectacularidad si se disfruta con un Aperol Spritz en mano) lleva atrayendo a oriundos y forasteros desde que comenzó a servir sus primeros mojitos, en los años 60. Después, a finales de los 90, terminó convirtiéndose en un restaurante… y desde entonces, los cócteles, refrescos y cervezas riegan platos mediterráneos y asiáticos que se combinan con fortuna (pastas, risottos, ensaladas, carnes y pescados frescos, etcétera). Aviso a navegantes con descendencia: tiene zona infantil. Un puntazo.

La Pelosa (Cala Montjoi, Roses, Girona)

La familia Gómez, titular desde hace 15 años de este chiringuito ubicado en la preciosa y recóndita cala Montjoi, puede presumir de que el suyo es el favorito de Ferran Adrià (y también el más cercano a elBulli). Nivel hay, desde luego… tanto, que muchos de sus clientes llegan a sus mesas en barco (de ahí que se ofrezca un servicio gratuito de taxi-boat). ¿De comer? Paella, fideuá y arroz caldoso de bogavante, recomendado por sus dueños. De película.

Ses Boques (Playa de Ses boques, Sant Josep de sa Talaia, Ibiza)

Es uno de los rinconcitos preferidos por naturales y foráneos para resguardarse del apelotonamiento al que se ve expuesta la concurrida isla durante casi todo el año. Dejar a un lado el ajetreo siempre es bien… y quizá por eso mantiene, en palabras de Juan, su propietario y cocinero, el espíritu hippy de los 60 y 70. Su pescado a la sal y su langosta salteada con huevos y trufa son otras dos buenas razones para no dejar de ir.

La Milla (Urbanización Los Verdiales, Marbella)

La ubicación del chiringuito con aires de restaurante de Luismi Menor y César Morales ya dice mucho: vive entre los hoteles Marbella Club y Puente Romano. Pero es que, además, ha apostado desde el principio (lleva en funcionamiento casi siete años) por una gastronomía basada en el producto fresco y de extrema calidad, que marida a la perfección con las más de 600 referencias de vino que conforman su carta líquida. Todo un festival para el paladar que finaliza con un descanso en sus lujosas camas de playa. Así no es de extrañar que se haya ganado a pulso su buena reputación…

Sa Cova (Playa Cala’n Blanes, Ciutadella, Menorca)

Antes de que iniciara su andadura como chiringuito, en los años 70, la antigua cueva en la que se encuentra sirvió para que los pescadores de la zona pudieran guardar sus barcas. Lo que custodia hoy es bien diferente: una carta marcada por las disponibilidades del mercado y distintas variedades de paella y pescados frescos. Todo esto mirando al mar, claro.

La Dorada de Plata (Almuñécar, Granada)

Francisco Mingorance es su propietario desde 1966, aunque él no tomó las riendas del negocio hasta hace 6 años. Fue entonces cuando dejó su trabajo como fotógrafo en National Geographic y comenzó a tomar comandas: lo que más triunfa entre la clientela son sus pescados salvajes de la zona elaborados de manera tradicional, cocinados en brasas de olivo. Poquitas mesas, servicio excelente.

Los Pinares (Playa Los Pinares, Cabañas, A Coruña)

Comenzó siendo un merendero frecuentado por pescadores, allá por los años 50, y después se transformó en uno de esos sitios en los que lo de Galicia calidade se entiende a la perfección. Hay que probar el típico arroz con berberechos y sus almejas con pulpo, pero también son imprescindibles la paella negra con calamar y alioli y la paella de algas (ecológicas). Antes del coronavirus ya contaba con un servicio de comanda digitalizada, ideal para los tiempos que corren.

La Cangreja (Playa de Galúa, La Manga del Mar Menor, Cartagena)

Cuando Ángel Sánchez de Val Rodríguez y José Miguel Cremades decidieron aventurarse en este proyecto, hace ocho años, se negaron rotundamente a ofrecer en exclusiva copas y cervezas. Y aunque es cierto que en aquellos momentos no tenían licencia… se estrenaron usando exclusivamente una tostadora y un grill. Las tostas que preparaban entonces hoy ya no figuran en la carta, pero en su lugar ofrecen baos, tacos, quesadillas, hamburguesas… y, por supuesto, arroces. Dentro de muy poquito van a inaugurar un nuevo beach club, La Mestiza. ¿La diferencia entre este y aquel? El recién llegado fusiona el rollo chill out con una gastronomía más elaborada: es más un restaurante que un chiringuito.

Dabadaba Beach (Playa Ondarreta, San Sebastián)

La modesta caseta de rayas azules y blancas que en otro tiempo acogió al mítico chiringuito La Carpa es, actualmente, Dabadaba Beach. Y a su vez, es aquí hasta donde se traslada el divertido espíritu de Dabadaba, a secas, una de las salas de conciertos más emblemáticas de San Sebastián. Buena música, buen ambiente y mejor comida, todo sobre la arena de la playa de Ondarreta. ¿Qué más se puede pedir?

Cala Gracioneta (Sant Antoni de Portmany, Ibiza)

El sabor mediterráneo se cocina con tiempo, buenos productos, mucho cariño y algunos toques secretos. Y así es como precisamente lo hacen en este acogedor refugio, situado a la orilla de una pequeña joya de aguas transparentes que se esconde en un tranquilo rincón de la costa de San Antonio. Su especialidad es la brasa en general, así que irse de aquí sin probar alguna de sus carnes y pescados debería estar terminantemente prohibido. Tampoco hay que olvidarse de sus arroces.

Los Tarahis (Agua Amarga, Almería)

En Los Tarahis aseguran que en la zona en la que se encuentran “si quitas el arroz, quitas la esencia de la playa”. Y además no solo lo dicen, también lo hacen: a banda, bogavante, pulpo, marisco, negro, señoret… eso sí, siempre siguiendo la receta familiar. ¿Otros de sus platos estrella? El calamar relleno de verduras, pasas y piñones, los salmonetes fritos y las almejas. Buena comida, buen servicio, buenas vistas y mejor compañía. Para repetir.

Il Chiringo (Palmanova, Mallorca)

En este tranquilo y relajado chiringuito el protagonista es, como se podía vaticinar, el producto fresco del mar. No obstante, además de los pescados, que se elaboran impecablemente en las brasas, la carta aúna opciones internacionales (pastas, hamburguesas, tatakis…) y platos típicamente mallorquines. Vaya, que hay opciones para todos los gustos. La música en directo y el ambiente chill out al caer el sol redondean la experiencia.

Miradoriu (Playa de Vega, Ribadesella, Asturias)

Desde la salvaje y mágica playa de Vega, frente al Cantábrico, se pueden contemplar las más bellas puestas de sol en Asturias. Luisa Cajigal, propietaria junto a Abel Álvarez del afamado Güeyu Mar, lo sabe de sobra… y quizá por eso, entre otras cosas, decidió ponerse también al frente de El Miradoriu. Ella es quien se encarga de la gestión y de la cocina del establecimiento, que desde luego debe ser considerado como mucho más que un simple restaurante de playa. En la carta, productos del mar (claro), guisos de cuchara y magníficas carnes.

El Puntal (Playa de El Puntal, Somo, Cantabria). 

Estar obligado a coger un barco para ir a un chiringuito es un comienzo cuanto menos original… y es lo que hay que hacer para ir a este, situado al otro lado de la bahía de Santander. Si no tienes velero (vaya, si eres un mortal normal), puedes subirte al de los hermanos Tricio, que ya son expertos en llevar a gente allí (lo hacen desde los años 60). Una vez en tierra, ensalada de tomates de Cantabria, almejas a la sartén y sus inconfundibles albóndigas de bonito.

Blue (Santa Eulària des Riu, Ibiza)

Pertenece al hotel W Ibiza, situado en la bahía de Santa Eulalia, y cuenta con unas espectaculares vistas al Mediterráneo. Su cocina combina recetas de la cocina española con fórmulas exóticas que invitan al comensal a viajar por países como Turquía, Italia o Israel… Y para hacer la digestión, nada mejor que tumbarse en una de las camas que pone a disposición del cliente sobre la arena de la playa, para no hacer nada, dormitar, leer o mirar las olas. Planazo.

Alma Playa (Rincón de la Victoria, Málaga).

Abrió sus puertas en mayo de 2020, con el covid de por medio. Y aún pandemia mediante, la cosa no le fue nada mal… Tanto es así, que su propietaria, Daniela, tenía en mente cerrar unos días en invierno para tomarse unas vacaciones, pero “el cliente no quiso”. ¿Su secreto? Vistas al mar, cocina hecha con calma y mucho amor y un ambiente de lo más agradable.

Azul Sunset Point (Valencia)

Está ubicada en un espacio privilegiado, escondido pero accesible: al final de la Marina Real de Valencia, en la dársena norte, junto al mar. Y su principal objetivo es que sus clientes se dejen seducir por el espíritu «slow life»: además de a comer bien y a regocijarse con un espontáneo Aperol Spritz, aquí se viene a relajarse. En la carta, productos mediterráneos y de temporada se traducen en recetas que concuerdan tanto con una comida informal, como con una cena ligera: ensaladilla rusa, boquerones en vinagre, atadillo de clochina valenciana al cilantro… y los arroces y calderetas de Isabel Penella.

La Bermutería de Beso Sitges (Sitges, Tarragona).

Seguro que alguna vez has visto la típica y, sobre todo, instagrameable foto de un banco clavado en la arena que dice “No hay verano sin beso”. Pertenece al Beso Beach de Formentera, un oasis playero que desde su apertura no ha dejado de causar sensación. Y por eso, sus ideólogos decidieron recrear el proyecto en nuevas localizaciones. El de Sitges forma parte del hotel ME Sitges Terramar y encandila a la clientela con seductoras propuestas gastronómicas de inspiración mediterránea y vasca (su plato estrella es el chuletón de 1 kilo con pimientos de padrón y patatas). ¿El ambiente? El mismo: vivo, distendido y divertido. A disfrutar.

Pez Vela (Barcelona)

En una de las zonas con más vida de la ciudad condal, junto al emblemático W Barcelona, el chiringuito del Grupo Tragaluz ofrece, para empezar, vistas al mar y a la Barceloneta. Sobre la mesa, para seguir, sobresalen los arroces y las ensaladas, aunque también presume del pescado salvaje del día y de la chuleta de buey cocinada en la parrilla de carbón natural. Cocina sencilla con productos de calidad. Y todo muy chic, claro.

SAAM Club de Mar (Chipiona, Cadiz)

Ocupa el lugar que antaño acogió al colorido Banana Playa Bar, aunque el plan sigue siendo más o menos el mismo: comer, beber, bailar, disfrutar del mar y, por ende, del verano. Aquí es obligatorio tener el modo bañador activado y saber deleitarse con el azul intenso del Atlántico. Para comer, platos cuanto menos originales, como el chicharrón con caramelo de moscatel de Chipiona y cítricos. ¿Y después qué? Solárium, vista fija al horizonte y Aperol Spritz en mano. Porque la espera es larga pero merece la pena.

Nosso Summer Club (Marbella)

Su estilo étnico (tiene una decoración muy chic, ideal para ver y ser visto e instagramers sedientos de likes) crea una atmósfera natural de las que invitan a quedarse a vivir. Y su carta, más de lo mismo. Gema González y su equipo de cocina elaboran con acierto sushi, pasta, recetas tailandesas, pokes y ensaladas, entre otras muchas opciones. Frente a la playa, claro, donde un Aperol Spritz sabe mucho mejor.

El Pez Limón (Zahara de los Atunes, Cádiz)

Ha comenzado la temporada hace tan solo dos viernes, pero son 11 años ya los que lleva al pie del cañón. Joaquín Gómez, a su timón, recibe a nada más y nada menos que 500 comensales diarios, a los que ofrece, a mediodía, arroces, pescados de la zona, salmorejo, ensaladas y, por supuesto, el magnífico atún de almadraba. Por las noches, la propuesta se torna algo más ligera: hay nachos, hamburguesas, cócteles… Y todos los días, dos pases diarios de música (jazz, flamenco, pop, etc.) en directo.

La Siesta (Jávea, Alicante)

Es un chiringuito, sí… pero cuenta con todos los lujos que cualquier buen restaurante o bodega pueden tener. Su carta es infinita y viaja del desayuno a la cena: hay sándwiches, bocadillos, ensaladas, tapas, entrantes, sushi, pizzas, pasta, pescados, carnes… Y también ofrece menú para los más pequeños de la casa.

Be Papagayo (Lanzarote)

Se alza sobre la playa que le da nombre, sobre un risco, con vistas al mar… y, por eso, es uno de los chiringuitos con más encantos de la isla canaria. Aquí se viene a tomar una caña o una copa mientras charlas con tus amigos, a disfrutar un poco de la brisa marina después de estar horas bronceándote y, por supuesto, a comer. ¿El qué? Sus arroces y pescados del día, que son obligatorios.

El Tabla Beach Club (Huelva)

Está situado en la Playa de la Canaleta de Punta Umbría, lleva más de 30 años en funcionamiento y su propietario, José Camacho, lo mantiene abierto todo el año. ¿Para comer? Sus mariscos y pescados, que son, claro, su mayor reclamo. El buen ambiente acompaña, además de la música en directo.