Las rutas de enoturismo en Castilla y León se asocian a sus distintas denominaciones de origen, hasta trece, pero siempre es conveniente dar un volantazo y salirse de las indicaciones. Eso sí, de entrada, casi todo nos lleva a Peñafiel, Valladolid, donde castillo y museo del vino representan el hito desde donde la bodega Protos, diseñada por el arquitecto Richard Rogers, hizo crecer Ribera del Duero. O a Aranda, Burgos, de frasca de tinto y lechazo, Ciudad Europea del Vino 2022. Pero, ya decimos, hay más planes en este firmamento vitivinícola: de las tapas y taninos recios en el casco histórico de Toro, a Fermoselle y sus bodegas subterráneas dentro de D.O. Arribes; de los claretes D.O. Cigales a los rosados de aguja D.O. León, la Ruta de la Plata y las bodegas excavadas en cuevas de La Bañeza; de surcar las Hoces del Duratón en D.O.P. Valtiendas a recorrer Las Médulas, el Camino Francés o los valles de Ancares y del Silencio. Patrimonio berciano, cómo no redescubrir Palacio de Canedo, nuestro Falcon Crest cuajado de viñedos mencía. Y después Lerma, Sierra de Francia, La Alberca… Que no, que Castilla y León no te la acabas en dos copas.
Mientras nos encomendamos a la celebración en Aranda de Duero de un nuevo Festival Sonorama Ribera (previsión del 13 al 15 de agosto), a diez minutos tenemos la ilusión de que Bodega Pradorey, pionera hace veinte años en la categoría de tintos crianza roble, mantenga abierta su Posada Real de estilo herreriano, además de la invitación a catar vinos, aceites y quesos tras pasar por las salas de barricas y tinajas. De ahí a Bodegas Áster, en Ánquix, estampa de chatêaubordelés, proyecto de La Rioja Alta y visita gratuita a viñedos e instalaciones si a uno le avala ser socio del club Vinoselección. Con las carnes bien abiertas, nos preparamos para un nuevo homenaje a base de huevos con morcilla en el hotel Landa, cada día más encantador a un par de kilómetros de Burgos. Ya de siesta, nos desviamos hasta Castilla Termal Burgo de Osma para apuntarnos a un plan de aguas y viñedos que, como huéspedes del hotel, nos lleva a la bodega El Lagar de Isilla, a merendar cecina con vino y a entregarnos a las bondades de la vinoterapia. Soria existe.
El recorrido puede saltar hasta las estribaciones de Gredos para tocar la puerta de algunos productores adscritos a D.O.P. Cebreros, como Bodega 7 Navas-Garnacha, en Navaluenga, o incluso de algún outsider de los vinos naturales por la zona de El Tiemblo. En Salamanca, Hacienda Zorita, recién reabierta, depara experiencias controladas como una degustación de vinos y ron sin necesidad de estar alojados. Igual que otro hotelazo como el Eurostars Valbusenda, camino de Zamora, en donde el wine spa, que aprovecha los vinos Toro, permanece operativo a todo el público. Cerramos el círculo adentrándonos en el corazón castellanoleonés. Los hermanos Sanz, de Bodegas Menade, son pioneros en Rueda de los vinos sin sulfuroso. Merece la pena acercarse para conocer su relación ecológica con el viñedo y, de paso, probar su famoso verdejo Nosso.
Dejando atrás Valladolid, Quinta Sardonia también es ejemplo de cultivo biodinámico en una de las fincas más antiguas de España, cuyas puertas se abren al 4×4 si se viene también de parte de Vinoselección. De lleno en la ‘Toscana castellana’, llegamos a Abadía Retuerta, templo del enoturismo refinado en su hotel Le Domaine, en su bar de vinos Calicata y en su estrellado Refectorio, donde reina la elegancia del chef Marc Segarra y del sumiller Agustí Peris. Sin dejar la carretera Valladolid-Soria, otro referente: el hotel Arzuaga, con talleres de cata, visita a bodega y a Finca La Planta, paseos en bici o en calesa, y Taller, el restaurante del peruano Víctor Gutiérrez. Cerca otra vez de Peñafiel, Bodegas Emilio Moro homenajea sus emblemáticas etiquetas Malleolus, mientras Cepa 21 ofrece catas aromáticas y armonías con el chocolate de los hermanos Roca. Finalmente, Pago de Carraovejas tienta al viajero con varios menús salidos del restaurante Ambiviumy armonizados con vinos de Alma Carraovejas.