Cada vez es más común encontrarnos en nuestros platos con decoraciones que,
hasta ahora, pensábamos que eran eso: decoraciones. Pero, sorpresa: todo lo que se
incorpora al plato, se come -incluidas las flores-.
Las flores comestibles están ayudando a dar ese empujoncito de calidad a la hora
de emplatar, pero muchos consumidores las siguen apartando sin saber las propiedades nutritivas que estos pequeños productos tienen. Porque tienen, y muchas.
Las flores contienen vitaminas del grupo A y B, componentes como polifenoles o
fitoquímicos y betacarotenos. Además, algunas de ellas, como las violetas, destacan por la gran cantidad de hierro que contienen. Eso sí: no son una fuente de alimentación plena. Es decir, no hay que comerse una violeta y ya, sino que ésta es un buen acompañamiento de tu plato.
En España, destacamos por la frecuente utilización de rosas, violetas, dientes de
león, jazmín, girasol, calabaza e hibisco. Pero estas, como hemos dicho antes, no
podrían constituir un plato único y completo. Aún así hay muchas más flores que
comemos sin ser conscientes de su origen, como el brócoli, la alcaparra, las
margaritas, el cebollino, etcétera, y que son participes de nuestras rutinas
alimentarias.
¿Conseguiremos incorporar por completo las otras?