Es curioso, o quizá no tanto, que nos haya tenido que visitar un inesperado e implacable asesino a nivel mundial en forma de agente infeccioso, microscópico y acelular –una mierda, vamos–, para recordarnos por primera vez en la humanidad moderna que todos somos iguales a los ojos de nosotros mismos.
Hoy no hace falta ampararse en nada ni nadie excepto en la ciencia, que es la que siempre ha salvado los muebles para superar la peste, la polio, la viruela, el sarampión, la gripe, el sida… Por poner algunos ejemplos, vamos, que la primera vez no es, ni mucho menos, aunque sí en nuestra generación, lo cual nos hace creer que somos especiales.
Desde que el hombre está en la Tierra en sus diferentes versiones lo ha intentado todo: los individuos paleolíticos hicieron grupos que formaron familias y, gracias al lenguaje, crearon las religiones; los pueblos dieron paso a las ciudades y, para acabar, nos separamos en países cuyos ejércitos nos recordaban, con un cóctel mixto y guerra tras guerra, que no todos somos iguales.
Pues resulta que el bichito ha necesitado apenas unas semanas para ponernos a todos en la misma situación: no tiene favoritismos, le da igual quién seas o del país que seas, el color de tu piel, el dinero que tengas; le da igual si eres famoso, millonario o mandatario, va repartiendo contagios a diestro y siniestro acabando en muchos casos con vidas a golpe de asfixia. Tampoco diferencia entre hombres y mujeres, algo que nosotros no hemos logrado en miles de años.
¡Vaya! Pues esta vez va a ser que nadie es especial, diferente, único o privilegiado como tantas veces pensamos que somos; ahora sí que todos somos iguales y nos encontramos ante un situación irreal donde lo material, lo bueno o lo malo da paso a un presente incierto y un futuro donde ya sólo falta que llegue E.T., y diga que ya estamos todos y recordarnos que todos somos iguales. ¿O no?
Albert Adrià es chef, pastelero y empresario. Desde el grupo elBarri ha impulsado un sinfín de negocios –Tickets, Hoja Santa, Heart Ibiza, Pakta, Bodega 1900 o Enigma–, con los que ha conseguido cuatro estrellas Michelin.
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