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En los últimos años algunos de los mejores artistas de street art del mundo han viajado a Madrid con sus espráis. Te proponemos un vermut torero para disfrutar de sus creaciones en fachadas y medianías, acodado en algunas de las barras más disputadas de Antón Martín, Sol y Embajadores. Un recorrido para no mirar el reloj y levantar la mirada.
Quedamos en La Consentida de Doré para iniciar nuestro recorrido hincándole el diente a alguna de las 45 variedades de gildas que José despacha en uno de los puestos a la calle del mercado de Antón Martín. Escondido en el número 3 del pasaje de Doré, aquí se sirven vermuts de El Bandarra con la gilda de arenque marinado o la popular ‘matrimonio’.
Después de esta castiza experiencia de street food, no tenemos más que dar unos pasos para cumplir con la misión que nos ha traído aquí. Desde la fachada principal del Mercado de Antón Martín, Isabelita nos interpela con enigmática mirada. La enmascarada es una de las obras típicas del artista irlandés Fin DAC (seudónimo de Finbarr Notte), mujeres inspiradas en el cómic que el más alternativo de los gastromercados madrileños ha adoptado como identidad tras ser repintada en 2015.
Justo enfrente se encuentra otra interesante obra en la calle Santa Isabel. Sobre un muro de medianía del número 18, el ruso Marat Morik ofrece una escenografía onírica en homenaje a la poetisa y compatriota, Anna Ajmátova. Como otros de los murales del recorrido, éste fue posible gracias a la iniciativa de los promotores de Urvanity Art, la feria madrileña de nuevo arte contemporáneo.
La factura en collage de The Rhyme of Things ofrece diferentes miradas de la artista, que son más cómodas de observar desde una de las mesas del Más Corazón. Desde hace 11 años, este oscuro local congrega a una variada fauna al más puro estilo ochentero para disfrutar de sus cañas, mientras se comparte el cachopo de cecina o de jamón de los sábados o sus cocidos.
Gambas con misterio
No hay vermut torero que se precie sin ración de gambas, y en marisquería Perlora sirven unas de las mejores de Ayamonte a la plancha en la ciudad. Tan solo hay que andar unos pocos metros para acercarse hasta el número 40 de la calle de la Magdalena.
En la breve y acogedora barra que precede al comedor, Mino (de Belarmino) acaba de acomodar en el expositor su famosa tortilla paisana con bacalao, una elaboradísima receta (sin patata) de vista tan suculenta como jugosa en boca. Las yodadas ostras y su carta de vinos especiales servidos en copas, son otras de las tentaciones a las que invita el atento Mino.
Satisfechos, no asomamos a disfrutar de Byte the Candy, de Jorge Rodríguez-Gerada. El artista cubanoamericano que participó del renacimiento cultural de Nueva York en los años 90, ilumina esta popular calle con la falsa serenidad de su retrato: la tranquilidad que ofrece en la lejanía se convierte en turbación cuando descubrimos que sus dos pupilas son en realidad botones de encendido (on).
Tomando la perpendicular de los Cañizares, se puede callejear hasta llegar a nuestra siguiente parada, un santuario gastronómico con más de 180 años de historia. Rescatado recientemente de su incierto futuro, por el también centenario Grupo Pescaderías Coruñesas de la familia García Azpiroz, Lhardy defiende sus esencias con una gestión más afín a los tiempos.
En los bajos del aristocrático restaurante ubicado en el primer piso del 8 de la carrera de San Jerónimo, se levantó hacia 1880 su fantástica fachada de madera de caoba de Cuba. Un primoroso acceso a la recoleta tienda donde ahora es posible seguir disfrutando de su famoso consomé acompañado de hojaldre de salchicha trufada o la barqueta de riñones.
Tras el piscolabis nos acercamos al pasaje de la Caja de Ahorros (Puerta del Sol esquina con calle Alcalá). Allí, escondida del bullicio, la primera obra en la capital del alemán Case Maclaim (Andreas Van Chrzarowski). Considerado uno de los maestros del mural fotorrealista en el mundo, muestra su maestría con una potente imagen de empoderamiento de la discapacidad en la que un niño (o niña) aparece sentado en una silla de ruedas luciendo su cola de sirena.
Atravesando la Plaza Mayor se llega hasta la Plaza de Puerta Cerrada para la penúltima parada de este recorrido. Sobre uno de los dos muro de la que fue obra cumbre del arte callejero madrileño, El Gallo Carnicero, de Alberto Corazón (elegido por Newsweek de portada para un número sobre la nueva ola madrileña), la mejicana Poni (Hilda Palafox) pintó en 2019 El Pilar: un homenaje a la sororidad entre mujeres de cualquier raza y condición.
Su vista se disfruta con comodidad desde el tres de la calle de los Latoneros: estamos en Casa Revuelta, una tasca madrileña de las de toda la vida ahora remozada sin perder su pátina. Aquí se venden centenares de raciones de torreznos y de tajadas de bacalao rebozado al día. “Crujiente por fuera y jugoso por dentro”, pregonan sus camareros mientras los clientes hacen cola.
En 1925 Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg acudían al estreno de Don Quintín el amargao en el recién construido Teatro Pavón. Su apertura había despertado gran expectación por tratarse de uno de los más bellos ejemplos del art decó en la capital, esplendor que perdió en los años 50 cuando se convirtió en un cine. Por fortuna, con la llegada del siglo, un nuevo proyecto teatral recuperó la esencia del edificio, incluido el del café en sus bajos.
Aquí hacemos la última parada gastro de este recorrido por el arte mural para tomar una michelada, el cóctel mejicano con cerveza, jugo de limón, sal y, por supuesto, picante. Un buen acompañamiento para el bocadillo de pastrami mientras se observa la variopinta fauna que frecuenta este local de infinito techo.
De postre bajamos por la calle Embajadores hasta el número 19. Frente a frente tenemos dos espectaculares murales, Runaway, del británico DFace, muestra a una apasionada pareja que chorrea pintura en su abrazo, en un claro estilo del cómic clásico americano. Frente a él nos encontramos con una creación del argentino Ever (Nicolás Romero) titulada Still Life Lavapiés. El mural parece homenajear al cercano Rastro en una simbiosis de objetos y gatos enmarcados en dos gigantes danzantes de Matisse.