El 64% de la población toma café todos los días, según la Asociación Nacional del Café, y el 87% consume cafeína regularmente. La gente ama el café; nos encanta tanto que muchos de nosotros lo utilizamos como remedio a nuestra falta de horas de sueño. La cafeína, por supuesto, es un estimulante que nos hace sentir más presentes, más positivos y más despiertos. Pero la cafeína también es adictiva y eso sí que da miedo.
En la última década, el mundo ha tratado de adaptarse a todo tipo de dietas, gustos, alergias e intolerancias. El veganismo ha pasado de ser una ideología relativamente marginal a convertirse en la filosofía de vida de muchas personas. La leche libre de lactosa es ahora una industria que mueve millones de euros y que ha aumentado en ventas. Incluso las cadenas de restaurantes están adaptándose a los diferentes tipos de dietas. Mientras, el mundo no ha conseguido ser más amigable con los intolerantes a la cafeína o a las personas que prefieren los descafeinados.
Y es que todavía es difícil encontrar una opción (buena) descafeinada en las cafeterías y cadenas, además de que el etiquetado de la cafeína en los productos sigue sin estar regulado y es incoherente. Son ya muchos los que están tratando de dejar la cafeína a un lado por todos los beneficios que conlleva: muchas personas experimentan mejor sueño, menos síntomas de ansiedad, menos náuseas y mayor energía. Por supuesto, dejar la cafeína no cambia la vida de una manera brutal pero si la salud en general. ¿Te sumas a esta revolución?