Una casa convertida en exclusivo alojamiento del sello Design Hotels, un huerto ecológico de dos hectáreas y un cocina en la que todo sabe a autenticidad. Esto es La Granja de Ibiza.
Templos del house, restaurantes con espectáculo incluido, lujo, excesos… los conceptos que se relacionan con la gastronomía ibicenca suelen venir de la mano de imperios que buscan ofrecer de todo menos buen comer. El show que fluye en la mesa escasea en contenido y la experiencia nunca logra calar más allá de un mero alarde de poderío. Pero, aunque muchos no se detengan a observarla, Ibiza también ofrece una cara sencilla y natural que intenta conectar con el alma de aquellos que han encontrado en esta isla el lugar en el que desean pasar el resto de sus vidas. La Granja Ibiza, un proyecto de Design Hotels, es el claro ejemplo de esta otra cara de la moneda; un pequeño oasis alejado de la Ibiza que a menudo nos quieren vender.
Convirtiendo lo que una vez fue una residencia privada en un hotel de nueve habitaciones y una casa para huéspedes, el estudio de diseño Dreimeta dio con la fórmula para dotar de vida un espacio de ensueño que, aunque alcanza niveles estratosféricos de comodidad y elegancia, logra transformar la sobriedad del campo en el nuevo lujo. Justo como el que se esconde en su huerto de dos hectáreas, con el que alimentan una oferta culinaria ecológica que huye de la rigidez de la técnica para ensalzarse en la máxima simpleza.
“Los ingredientes que usamos aquí son nuestra desconexión con el mundo y nuestro proveedor de confianza. Todo lo que cocinamos es recién recogido, sin uso de cámaras y siempre de temporada”, cuenta José Catrimán, el chef de la casa, quien juega con la carta elaborando su propio kéfir o kimchi, y siempre apostando por los pescados de la isla, el pollo o huevos de un granjero vecino y huyendo de lácteos, glúten, azúcar o harinas refinadas. Mientras más natural sea, José más se esfuerza por encajarlo dentro de sus platos. Junto al granjero y responsable de la tierra fértil de la granja, Andy Szymanowicz, ambos siguen las premisas para ser fieles a la directriz que reina sobre todo lo demás en La Granja: el bienestar mental y físico. “Empezamos con el mero propósito de dar de comer a la gente que se hospedaba en el hotel, pero hemos expandido horizontes abriendo las puertas a todos aquellos que buscan formar parte de nuestra familia de socios a través de clases de yoga o meditación, y brindándoles un lugar en el que alimentar al espíritu y donde cuidarse a través de los alimentos”, continúa José. Vegetariano o no, eco friendly o todo lo contrario, La Granja ha dado en el clavo para atraer a un público que aprecia la otra Ibiza, la que menos sale en la foto, y todo rodeado de un espacio digno de revista. He aquí la prueba.