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Del bodegón clásico al digital: dentro de su historia y evolución se diluye toda una obra social que explica cómo somos, qué hemos ido comiendo con el paso del tiempo o en qué contexto cultural nos encontramos.
Su vínculo con la religión, el placer o a la riqueza también se imprime en los bodegones gastronómicos, los cuales tuvieron sus orígenes mucho antes que en el Barroco. En este sentido, una de las primeras muestras de proto bodegones se encontraron en las tumbas funerarias egipcias, en forma de frescos en sus paredes que reunían alimentos como higos, pescado, pan o uvas.
En la Antigua Roma, los banquetes que llevaban a cabo los romanos se inmortalizaban a través de pinturas y mosaicos en las paredes y en el suelo. Sus bodegones dedicados a la comida, ilustraban entonces el estrato social, el lujo, la riqueza o la pobreza.
El Renacimiento reestructuró el pensamiento colectivo, a la par que el arte. Fue un momento histórico en el que el bodegón emergió como género independiente. En 1596 Caravaggio abanderaría precisamente esa revolución cuando pintó una cesta de frutas, que adquirió entonces la misma importancia que un retrato humano.
En el siglo XVII en Países Bajos, el bodegón alcanzó su época dorada. Artistas como Clara Peeters o Willem Kalf reflejaron en sus naturalezas muertas el poder de un imperio enriquecido gracias al comercio internacional, entre otros factores. Un estatus que también se inmortalizó en el arte a través de composiciones de símbolos de poder como la porcelana china, frutas exóticas o langostas.
Así, mientras los bodegones protestantes de Países Bajos o Alemania mostraban la riqueza de una clase social privilegiada; en países católicos como Italia o España, los bodegones católicos -que incluían alguna representación religiosa- aludían directamente a la muerte o a un contexto social mucho más decadente o empobrecido.
Con la llegada de la fotografía en el siglo XIX se capturó el primer bodegón fotográfico de la historia por parte de Nicéphore Niépce conocido como ‘La Mesa Puesta‘ (1822).
Posteriormente, artistas del calibre de Van Gogh exploraron el arte del bodegón a través de flores de las que brotaban sus sentimientos más íntimos. Ya en el siglo XX, el bodegón experimenta un cambio radical con el movimiento cubista, que descompone la realidad y las formas plásticas. Pintores como Picasso o Braque fueron algunos de los máximos representantes del bodegón en diversas formas incluyendo el collage, en el que no sólo representaban objetos sino que los incorporaban físicamente a la obra.
Dentro de la contemporaneidad, Warhol ha sido considerado otro de los artistas que ha trascendido en el retrato del bodegón, plasmando en sus obras objetos de la vida cotidiana, como las latas de sopa Campbell o las botellas de Coca-Cola. Las rosas, ostras y langostas se sustituyen aquí por productos ultraprocesados de supermercado, que vislumbran el consumo acelerado y el frenetismo de una era que se extiende hasta la actualidad. Una en la que el bodegón digital o artístico se genera a través de la IA, y el físico a través de composiciones de comida aleatorias como una ‘girls dinner‘ vinculada a una moda de TikTok.