Aunque en los últimos años las intolerancias alimentarias y dietas han ido reduciendo de forma considerable el consumo de lácteos, es muy importante no olvidar que prohibir a tu cuerpo de vitaminas y calcio, no es tan bueno como creías. Sobre todo, si no has aprendido a sustituirlos por otro tipo de probióticos -con las mismas características- que aporten a tu organismo vitaminas, minerales y aminoácidos. ¿Uno que día a día va ganando adeptos? El kéfir.
Un hongo curativo de textura esponjosa con una apariencia similar a la coliflor a la que, muy probablemente, ni te acercarías si no fuera por sus magníficas propiedades. Contiene bacterias probióticas y levaduras que ayudan a equilibrar el sistema inmunitario, mejorar la síntesis de alimentos regulando así el tránsito intestinal, acelerar el metabolismo, disminuir la depresión y ansiedad y ayudar a combatir la perdida de elasticidad.
Su cultivo se realiza de forma casera con agua, leche (de cabra ya que es más fácil digerirla) o té. Aunque el de agua contiene más propiedades, el más común es el kéfir de leche, ya que su textura y sabor son muy parecidos al yogur y puedes combinarlo con cereales integrales o muesli o, incluso, endulzarlo con un poquito de miel.
Para que puedas prepararlo en casa, estos son los pasos que necesitas para elaborar tu propio kéfir de leche (o de agua, si lo prefieres):
- En un recipiente hermético de cristal de unos 250 ml añade 2-3 cucharadas de nódulos de kéfir (puedes conseguirlos en un herbolario) y vierte ¾ partes de la leche de cabra (o agua).
- Tapa el recipiente y déjalo reposar a temperatura ambiente, al menos, durante 24 horas.
- Cuela los nódulos de kéfir en un colador de plástico y retira el líquido que posteriormente, vas a ingerir.
- Guarda los nódulos de nuevo en el recipiente y agrega leche para volver a cultivar.
Dato importante: Una vez por semana lava el hongo con agua mineral y déjalo sumergido (también en agua mineral) durante 12 horas.