A pesar de que reconoce que le cuesta mucho hablar y cocinar a la vez, Juanma Castaño (Gijón, 1977) se ha atrevido con Cinco tenedores. El asturiano ahora nos sorprende con un programa de entrevistas en el que le acompaña el presentador Miki Nadal, con quien vuelve a competir en los fogones.
Sabiendo de su afición al buen comer y al buen beber, nos citamos en el bar Manero, muy próximo al estudio donde cada noche arranca El Partidazo, esa cita ineludible para los amantes del fútbol menos madrugadores. Y echamos el balón a rodar.
Lo que comenzó como un juego en MasterChef se ha terminado convirtiendo en una relación consolidada, al menos en lo profesional. ¿También te ha ganado Miki Nadal en lo personal?
Claro, una cosa lleva a la otra. A raíz de conocerle en persona, ahora puedo decir que es un tío con el que me lo paso en grande y con el que curro muy a gusto. Sí que es verdad que no nos vemos mucho porque con la vida que llevo casi no veo a mi familia, pero hablamos mucho por Whatsapp (risas).
Del ganador de Cinco tenedores no hablamos, lo descubriremos a lo largo de este mes, pero seguro que puedes contarme algo de los invitados que más te han sorprendido.
Pues mira, me lo pasé en grande con Manolo Lama. ¡Sólo por verle con un
mandil ya ha merecido la pena todo esto! Y también guardo muy buen recuerdo de Rossy de Palma, Mercedes Milá, Cayetana Guillén Cuervo,… Y, por supuesto, de Pepe Rodríguez, que cuenta muchas cosas que desconocía por completo.
Si los Premios Ondas son las estrellas Michelin de la radio, ¿podemos decir que tú eres una especie de Martín Berasategui de la comunicación deportiva?
No, ¿por qué? Esos reconocimientos son de cuando estaba en la SER, eso ya no cuenta porque en aquella época prácticamente te los regalaban. Lo jodido es ganar un Premio Ondas estando en la COPE. El día que eso ocurra sí que lo celebraré, pero creo que antes es más probable que vea llover hacia arriba.
¿Qué te llevó a matricularte en la facultad de Derecho a mediados de los 90?
La imposibilidad de mis padres a pagarme una carrera fuera de Asturias. Me dijeron que había una opción gratis a 28 kilómetros de casa y que, aunque lo de la radio estaba muy bien, preferían que fuese abogado o algo importante. Dos años después, salí por la puerta de atrás.
Pero lo compaginabas con lo que realmente te gustaba. Sí, en aquella época era colaborador en SER Gijón y en La Voz de Asturias. Ganaba unas 20.000 pesetas al mes, viviendo en casa de mis padres… ¡Era el rey del mundo porque no gastaba nada! Pero quise probar fortuna en Madrid y aquí sigo 21 años después.
¿Y cómo fueron esos primeros meses en la capital?
Recuerdo con mucho cariño aquella época. Dormí durante tres meses sobre un colchón en una habitación que estaba sin amueblar, pero me daba igual porque salía por las noches y me daba cuenta de que me encantaba la ciudad. Pero llegó un momento en el que se me acabó el dinero y me tuve que plantear volver a Asturias porque no llegaba a fin de mes y no tenía nada ahorrado. Afortunadamente, Ferreras, que entonces era el director de la SER, tras una llamada de De la Morena, me subió el sueldo y me pude quedar.
Hablamos de mediados de los 90, un momento en el que la radio deportiva de este país seguía muy dividida entre los devotos de aquellos dos grandes pesos pesados.
Yo viví todo aquello como oyente y me parecía apasionante. Luego me vine a Madrid a trabajar con De la Morena y, obviamente, conozco muchas historias y anécdotas de aquella época con José María García. A veces lamento no haber vivido aquellos días, yo creo que hoy estoy donde estoy gracias a todo aquello. Cuando era joven les admiraba tanto que lo único que pensaba era que quería ser como ellos.
Con el podcasting en plena ebullición tengo que preguntarte por lo que muchos consideran una amenaza para los medios tradicionales.
Creo que la radio está pasando por un momento muy bueno gracias al podcast, que no deja de ser radio. Yo consumo mucha radio en diferido y hay podcasts que me parecen muy buenos, como Hotel Jorge Juan o el de Cristina Mitre. Una de las cosas que más me gusta de este formato es que no tiene hora de inicio y de finalización. Para mí sería un sueño poder terminar el programa cuando considere que ya no tengo nada más interesante que contar. Por cierto, me encanta que el podcast de El Partidazo esté todas las semanas entre los escuchados.
¿Cuándo surge tu interés por la gastronomía?
A mí comer y beber me ha gustado desde siempre. Cuando yo no tenía un duro, con 17 o 18 años, ahorraba para ir a comer a un buen restaurante. A lo mejor había leído que era un buen sitio para comer arroz con bogavante y allá que iba. Y eso no lo hacía nadie de mi edad. Otra cosa es el tema de cocinar, eso ha venido después. Antes de MasterChef yo tenía, como todos los españoles, mis diez platos de supervivencia.
Y, de repente, te conviertes en el ganador ex aequo de este talent.
Sí, pero no te creas que esto me ha cambiado mucho. Soy periodista deportivo y lo que más me preocupa ahora es el partido del Atleti, que juega esta noche en Manchester. Yo tengo muy claro que no voy a dejar nunca la radio ni el mundo de los deportes, lo otro me hace estar muy inquieto, aunque no lo parezca. No es mi hábitat.
Aunque eres bastante celoso de tu intimidad, seguro que nos puedes confesar cuál es tu refugio favorito en Madrid para desconectar.
La desconexión la encuentro en casa. Es el lugar que elijo para descorchar un buen vino o disfrutar de un buen plato. Alguien me dijo alguna vez que se si ganaba pasta algún día lo mejor era invertir en tu casa porque es donde pasas más tiempo, y le hice caso. Pero eso no quiere decir que no me guste salir, de hecho, me encanta.
¿Y cuál es ese sitio de Asturias que siempre recomiendas a un amigo que va a pasar por allí?
Ahora mismo tengo que decirte Casa Gerardo, porque es donde me enseñaron a cocinar y donde me lo paso muy bien siempre. He ido con amigos, con pareja, con
la familia,… ¡Incluso con mis hijos! Se tomaron el menú degustación de 15 platos y alucinaron. Me gusta educarles en la cultura de la gastronomía y el respeto al producto. Otras opciones serían El Chaflán, Mamáguaja, Ciudadela o Ataulfo. Y, para tomar copas, Bambara.