Nos encontramos con Juan José Millás en El Columpio (Calle Caracas 10, Madrid), un restaurante-cafetería en el que esperamos que nos cuente qué hay de él y de la sociedad española en ese niño que aprende a vivir en medio de un mundo que se desmorona, protagonista de su última novela, Mi verdadera historia (Seix Barral). Juan José Millás (Valencia, 1946) es un escritor y periodista de voz tranquila, pausada, y se podría decir que hasta frágil. Es el observador de una vida pública donde, para él, se han perdido, muchas veces, la decencia, el sentido común y la visión de largo plazo sobre el bienestar de la población. No cree en las soluciones antisistema, pero revela una esperanza profunda en que los nuevos partidos destierren el ventajismo y el cortoplacismo de los tradicionales. Como progresista, le entristece y no contempla una solución clara a la grave división de la izquierda. Le parece increíble que, cuarenta años después, no se hayan resuelto las heridas que dejó la Transición y que los familiares del dictador sigan disfrutando del Pazo de Meirás.
Ha sorprendido escogiendo a un adolescente como protagonista de su novela. ¿Qué le llamó la atención de él?
La pubertad es una franja de edad que no se puede comparar a otras en intensidad y aprendizaje, y me atrajo la idea de un personaje adolescente que guarda un secreto que lo atormenta. Es una novela de iniciación a la vida. Me interesó mucho también la forma en la que un hijo intenta llamar la atención de un padre que lo descuida, porque vive sumergido en la literatura.
Hablando de secretos, ¿es posible el secreto en una sociedad y unos adolescentes que lo publican todo en las redes sociales? Existirá el secreto siempre que exista el pudor, y siempre tendremos algo que nos tortura y que nos avergüenza confesar. Además, los adolescentes siguen asustando a sus padres con lo que no les cuentan. Muchas veces, los propios padres no quieren saberlo.
Otro de los pilares de la novela es el sentimiento de culpa por guardar ese secreto. ¿Qué papel juega la culpa en la vida pública española?
Nuestra cultura es una cultura de la culpa: creemos en un pecado original que nos hace culpables en cuanto nacemos. Han cambiado muchas cosas, pero el fondo católico permanece. En cuanto a la vida pública, según algunos estudios serios, existe una proporción mayor de psicópatas entre los políticos que en otros colectivos. No lo olvidemos: los psicópatas ni conocen la culpa ni empatizan con el sufrimiento que causan a los demás… pero son una minoría social.
Hablando de políticos y no tanto de política, parece que ahora mismo en España hay dos clases de votantes: los que piensan que los líderes son corruptos y los que creen que no podía salir otra cosa de una sociedad como la nuestra. ¿Qué piensa Millás?
Una parte de la sociedad, la que aplaude o justifica a los corruptos, está enferma. Eso lo vimos hace poco en la Comunidad Valenciana. La otra parte se lleva sorpresas una y otra vez después de votar. No creo que se pueda decir ni que todos estemos enfermos ni que no tengamos ninguna responsabilidad en los políticos que elegimos.
Le he escuchado comentar en la radio que hace falta algo nuevo, pero dentro del sistema…
Es que actuar fuera del sistema es imposible. Necesitamos que vengan otros que no arrastren los vicios de los partidos de siempre, que se ocupan sólo de cuestiones de corto plazo. Recuerdan al partido socialista antes de Hitler. Por ejemplo, resulta increíble que no hayamos iniciado ya un debate sobre la renta básica, sobre las consecuencias de la automatización y la robótica o sobre la proletarización de la clase media y el mayor empobrecimiento de los que ya eran pobres. Los partidos viejos no se ocupan de las grandes tendencias del largo plazo y los nuevos tendrán que hacerlo dentro del sistema pero fuera de la lógica cortoplacista del sistema. Esa fue una de las demandas del 15M.
Es muy escéptico con la recuperación económica. De hecho, no se la cree a pesar de las cifras de crecimiento. No se puede hablar de una auténtica recuperación económica si no hay redistribución de la riqueza. O eso o vamos hacia sociedades donde los ricos vivirán dentro de fortalezas, donde la clase media estará muy menguada y donde existirá una masa inmensa de pobres controlados por la policía y el ejército. Un mundo como el que describía George Orwell en 1984.
¿Qué papel juegan los medios en esto?
Lo estamos haciendo mal y no sé a qué intereses responde. Revelaciones importantes sobre la concentración de la riqueza en el mundo no sólo no llegan a la portada, sino que se quedan en una noticia más de la sección de Economía… sin mayor relevancia. Eso contribuye pero no es la única razón por la que los lectores nos están abandonando. La tecnología y nuestra forma de consumir la información tienen mucho que ver con eso. Somos lectores de titulares; vivimos un mundo en el que disponemos de muchos datos y de muy poco conocimiento. También hay que tener en cuenta que, cuando nos informamos a través de las redes sociales, recibimos las noticias que estamos esperando escuchar, las que coinciden con nuestras ideologías.
Eso es porque las principales empresas que influyen en la sociedad y la cultura han empezado a tratarnos más como clientes que como ciudadanos. No hablo sólo de Twitter o Facebook.
A grandes rasgos, sí. Mira: en los años setenta, grandes editores como Carlos Barral se preguntaban qué libros necesitaba la sociedad, mientras que los editores de hoy se preguntan, sobre todo, qué libros demanda. Creo que se pueden hacer las dos cosas. Los medios de comunicación también se preguntan esencialmente qué noticias quiere la audiencia y, por eso mismo, se están estandarizando los programas de televisión y radio. Todo quiere agradar a la mayoría, nada destaca.
Formas parte de una generación que construyó la Transición y tienes sentimientos encontrados sobre ella. ¿Qué podemos rescatar de la Transición y qué debemos abandonar?
La Transición quizás no podía hacerse de otra forma, pero es que se llevó a cabo con una pistola en la sien. Y eso, a largo plazo, trae consecuencias. Ahora nos toca resolver cuestiones pendientes como la de desenterrar a la gente que tiene a sus familiares en las cunetas, expropiarle a la familia Franco el Pazo de Meirás o reformar el Valle de los Caídos. No creo que debamos cambiar la Constitución. Para acomodar a los nacionalistas catalanes, hubiera bastado con no denunciar el Estatut.
Son muchos los que demandan una puesta al día de la Constitución y el debate está muy polarizado. ¿Quién está más polarizado: la sociedad, los políticos o ambos?
Los políticos. Ellos son los que están polarizados y los que polarizan. El problema catalán con la independencia ha surgido de arriba abajo y no al revés.
Otro punto que le preocupa es el deterioro de la educación. ¿Qué lugar tienen el arte y las humanidades en un mundo volcado en el negocio y la tecnología?
Las humanidades no tienen ninguno. Las están eliminando de los programas académicos. Son el fundamento y el sustrato de todo, porque nos proporcionan la inteligencia asociativa y una visión de la realidad absolutamente única. La desaparición del discurso humanístico es la desaparición de la puerta de acceso del pensamiento crítico… y eso nos lleva a una sociedad que lo ha estado perdiendo durante los últimos diez años.
Juan José Millás acaba de publicar con Seix Barral la novela ‘Mi verdadera historia’.
©Nani Gutiérrez