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Entra en tu cocina, abre armarios, saca la vajilla, fíjate en los electrodomésticos… Te aseguramos que mucho de lo que ves es Made in Spain. La aportación de los diseñadores españoles a la cocina es mayor de lo que piensas. Vamos, que no sólo somos grandes en gastronomía sino en inventos patrios, desde el que probablemente sea el primero: el botijo, cuyos primeros vestigios lo sitúan hace 3.500 años en el yacimiento de Puntarrón Chico, en Murcia. Puede parecerte un artilugio simple, pero lo simple es, a veces, lo más evolucionado, y en diseño siempre menos es más (basta mirar el diseño del Chupa Chups si no te lo crees).
El botijo tiene el honor de haber aparecido en las páginas de la revista Chemical Engineering Education, en la que dos investigadores de la Politécnica de Madrid publicaron en 1995 la explicación científica de por qué mantiene el agua fresquita con una temperatura hasta diez grados menor que la del exterior.
Otro básico para nuestros padres y abuelos fue el porrón, cuyos orígenes estarían en el ritón romano, un recipiente con forma de cuerno que a menudo representaba un animal. El ejemplar más antiguo se conserva en el monasterio de Poblet en Tarragona. Y una curiosidad: parece que al escritor George Orwell no le gustaba, porque le recordaba a una cuña de hospital. No podemos olvidar la bota, que permitía transportar el vino de un lado para otro, siendo además un envase higiénico porque al igual que los otros dos, botijo y porrón, no llegaba a tocar la boca del que bebía.
¿Te suena el dicho aquel de que sólo había dos grandes peligros: la ETA y la olla exprés? La segunda es una cazuela que parecía una bomba de relojería y que nunca hay que abrir mientras todavía sale vapor por el pitorro, como aconsejaban nuestras abuelas y madres. Si tienes cierta edad, te sonará la marca Magefesa, cuyas ollas fueron muy famosas en nuestro país. La primera patente se concedió en 1919 a José Alix Martínez, con el siguiente título “olla para toda clase de guisos que se denominará olla exprés”. A pesar de que hoy la critican por cocinar en poco tiempo lo que requiere de horas, lo cierto es que ahorró mucho trabajo a las cocineras, consiguiendo unos guisos que quedaban de rechupete.
Vamos con la minipimer, un invento de 1957 de Gabriel Lluelles, que trabajaba para Pequeñas Industrias Mecánico Eléctricas Reunidas (PIMER), que fabricaba pequeños electrodomésticos. Ya existían las batidoras estadounidenses, pero eran muy grandes (algunas pesaban hasta tres kilos), y él tuvo la idea de independizar las cuchillas con motor del vaso. Así era más manejable y fácil de limpiar. Quizá hayas pensado siempre que se trataba de un invento extranjero, porque unos años después de su comercialización Pimer fue absorbida por la alemana Braun. Lluelles también estuvo detrás, junto con Dieter Rams, de otro útil invento para la cocina: el exprimidor Citromatic. Acudieron al inventor español por ser España un país con muchas naranjas.
La aceitera de Rafael Marquina está considerada la mejor del mundo. Hablamos de un recipiente de dos piezas que dirige el aceite con precisión y cuyo goteo cae de nuevo al interior por un orificio. Es decir: nunca mancha fuera; sus antecesoras siempre chorreaban y, al parecer, el autor siendo pequeño, se llevaba collejas de su madre por las manchas de aceite en el mantel. Su diseño era similar a los matraces utilizados en química, que sirven para el trasvase de líquidos de forma precisa. La aceitera se llevó el premio Delta de Diseño el año de su lanzamiento, 1961.
Potes gallegos, paella y queimada
La paella es otro diseño patrio: la sartén especial para preparar el plato insignia de Valencia. O el recipiente para la queimada gallega. En esta región tiene también su origen otro utensilio que se empleó mucho en los hogares rurales: el pote, también conocido como marmita o caldero. En origen de hierro fundido, se ha hecho también de otros materiales y se usa hasta como elemento decorativo.
En la alta cocina es muy conocido también el horno Josper, que combina en su interior una parrilla y un horno. Se presentó en 1969 como el primer horno de brasa patentado del mundo. Lo desarrollaron Josep Armangué, un herrero de Pineda del Mar (Barcelona), y Pere Juli, un restaurador de la misma localidad. Ambos se asociaron e inventaron el horno cuyo nombre responde a las primeras sílabas de sus nombres: Josper.
Hay muchas más empresas nacionales que forman parte de nuestras cocinas. Si ya tienes una edad te sonará Forlady, creada en 1967, y que modernizó las cocinas de la clase media con sus muebles de madera. El fabricante de fuegos vasco Fagor o los catalanes Cata, con sus planchas (pero también sus campanas y hornos realizados de la mano de El Celler de Can Roca). Y quién no conoce el Silestone, el material de gran dureza patentado por Cosentino.
Dejemos la cocina y pasemos a la mesa propiamente dicha, con sus platos, cubiertos y vasos. Si hablamos de vajillas, a partir del siglo XVIII se crean en Españas las reales fábricas, que utilizaban porcelana. Destacaban la Real Fábrica de Loza de Alcora, la del Buen Retiro, la de la Cartuja de Sevilla y Sargadelos en Lugo. En lo que respecta a cubertería, también tenemos exponentes patrios como la empresa Platería Meneses, fundada en 1840 y que pervive hoy bajo la marca Gernika Cubiertos y Menajes, cuyos productos utilizan en Arzak, Mugaritz o el Basque Culinary Center, por citar sólo algunos.
En lo que respecta a vasos, Cataluña fue, hasta el siglo XVII, principal zona productora de vidrio para uso doméstico. En 1727 se creó la Real Fábrica de Cristales de La Granja, en Segovia, bajo mandato de Felipe V, que consideraba estratégica la producción de vidrios y espejos.
Mucho más recientes en el tiempo y a otros niveles culinarios, merecen ser nombrados el kit de esferificación de la factoría Bulli (que consigue raviolis y otras presentaciones esféricas de frágil membrana), el Roner de Joan Roca, que permite crear un baño maría con temperatura idéntica y constante; el Food Printing, de Paco Morales, Luis Fraguada y José Ramón Tramoyeres, que permite imprimir comida, y el Oxymoron, una plancha para calentar y sellar un brioche con helado en su interior, desarrollado por Andreu Carulla para el Rocambolesc de los Roca.