Los niños perdidos de Nunca Jamás de Hook son como los de El señor de las moscas; trazan jerarquías, asignan poderes e incluso ejercen la opresión. También comen y beben, pero usan la imaginación. El banquete nocturno al que es invitado el Peter Pan de Robin Williams es una estampa oscura de cacerolas humeantes, cucharones, platos vacíos y el hambre de los niños perdidos. En esta cena no se utilizan cubiertos (los tienen, pero para no tener que usarlos). Rufio (Dante Basco), el líder de los niños, bendice la mesa: «gracias y a comer». Se destapan los cuencos, las ollas, los calderos… que despiden humo sin tener nada en sus adentros. Los niños meten las manos y se las llevan a la boca. Lo mismo con los cuencos pequeños que usan para coger un caldo imaginario. «La mejor comida de Nunca Jamás: patatas, boniatos y salpicón de plátano», describía uno de los chavales en off. ¿Pero dónde estaba la comida? Campanilla (Julia Roberts) se lo explicaba al adulto Peter Pan, que no terminaba de entender en qué consistía el banquete: «¿No lo recuerdas? ¡Era tu juego preferido!», le recordaba ella, pero este niño-hombre no recuperaba la memoria, aunque quisiera. Rufio lo desafía y ataca, y tras el intercambio de insultos (a cada cual más guarro…), Peter estalla y recurre a lo último que le queda para vencer a Rufio: «Utiliza la imaginación», tal y como le susurran los niños que se ponen de su lado en la batalla. Entonces, Peter coge un cucharón de madera cargado de ‘comida invisible’ y lo lanza, como una catapulta, hacia su adversario, manchándose éste la cara de un puré multicolor que, ya metido Peter en la historia, llena rebosante todos los calderos de una mesa, ahora sí, atestada de comida y otros manjares tropicales.
Hook, comer con la imaginación como Peter Pan