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El éxito de «HUNGER» se suma a ese movimiento latente o tendencia global que está glorificando las producciones asiáticas en general, y las culinarias en particular, generando obsesión a través de la pantalla con filmes como “El Menú” o la serie “The Bear”.
«Hambre» es la nueva película asiática dirigida por Sitisiri Mongkolsiri, que llegó a Netflix hace tan sólo unas semanas, y ya se ha posicionado en el top de su cartelera o menú audiovisual. Un drama culinario que nos adentra en una nueva visión sobre la cúspide de la cocina tailandesa, poniendo el foco no sólo en la alta gastronomía, si no en todos los conceptos suspendidos en torno a ella: el poder, la lucha de clases y la dictadura que representa trabajar para uno de los chefs más reconocidos y venerados de Tailandia.
La película sigue así la historia de una joven chef, Aoy, que pasa de cocinar noodles en un humilde local familiar de street food, a unirse a la brigada culinaria más selecta de Tailandia: el equipo Hunger dirigido por Paul, un chef ingenioso e infamente desagradable que conceptualiza artísticamente todas esas creaciones culinarias que sirve para las altas esferas de la sociedad a través de conceptos de gastronomía performática envolventes.
En este sentido, «Hambre» representa un retrato crudo y exagerado sobre la desigualdad en el mundo de la cocina, la presión y/o las actitudes abusivas que se ocultan tras los mejores restaurantes del mundo. Esta película de culto presenta entonces un menú entre finas lonchas de carne de Wagyu y guerras de clase, que sigue todo ese sueño por llegar a lo más alto de la gastronomía, entre escenas catárticas que bailan entre el dolor y la gloria.