¿Nunca te han dicho eso de “no se te puede llevar a comer a ningún sitio”? Pues para intentar que sigas sin oírlo repasa estas recomendaciones de modales para comer fuera (y también dentro) de casa que ya todos sabemos pero a veces olvidamos. Las buenas maneras nunca sobran.
‘Zapas’, pero limpias
En lo de la indumentaria no hay reglas, y depende más del estilo que de la calidad del restaurante. No pasa nada por ir a un tres estrellas con zapatillas, pero recuerda que vas a comer y que otros comen a tu lado: vistas como vistas, intenta no ofender a la higiene ni al buen gusto.
Ante la duda eterna
Tómate tu tiempo para elegir, pero con prudencia. Si te preguntan por tercera vez qué quieres, igual deberías decidirte.
No poder y no querer
Existe una diferencia nada sutil entre no poder comer un alimento determinado debido a una intolerancia y no quererlo porque le cogimos manía en el comedor del colegio. Haz un esfuerzo. Cambiar un menú o rediseñar un plato no suele ser fácil ni agradable.
¿Seguro de ese vino?
Dejarse guiar por el sumiller es siempre una opción cómoda e inteligente. Prueba el vino y sé sincero. Si aceptas, ponerse luego en plan crítico no es demasiado elegante.
No seas tacaño
Vale que en España lo de la propina no está tan extendido como en otros países, pero cuando te hacen sentir cómodo y bien atendido, no estaría de más ser agradecido.
Tu conversación no nos interesa
En un restaurante queremos disfrutar de la comida tanto como de una agradable conversación con nuestros acompañantes. Y los que se sientan en la mesa de al lado, también. Así que recuerda moderar el tono de voz.
Ojo con el móvil
Lo de fotografiar cada plato es ya práctica extendida, así que sólo te recomendaremos hacerlo con rapidez y discreción. Por otro lado, si vas a darle caña al restaurante en las redes sociales in situ, plantéate antes si quedan platos por salir, por lo que pudieran ‘añadir’ a la receta.
Modera tu exigencia
Puedes devolver a la cocina un plato frío o con algún problema. Quizá dos. Si llegas a pedir que te cambien un tercero más te vale pedir también la cuenta, porque algo falla en la cocina… o en tu paladar.
No estás en un café
Una infusión o un café tras un festín es el broche perfecto, pero recuerda que estás en un restaurante: solo, con leche, cortado… y poco más. No le compliques la vida a nadie con ‘tu’ café.
No cuesta cancelar
Si te surge un imprevisto y no puedes acudir a tu reserva, avisa para cancelar. Un no show siempre hace daño a un negocio, sea del tipo que sea.
11. Déjate de siseos
Ni siseos, ni chasquidos ni las palmas de antaño. Un “perdone” con la mano en alto debería bastar para reclamar la atención del camarero.
La familia tendrá que acostarse
Un restaurante tampoco es un bar de copas, así que procura que no tengan que pedirte que te marches cuando sólo quedáis brindando tus amigos y tú en la sala. Trasladad la fiesta a otra parte y dejad que el equipo recoja para preparar el siguiente servicio.
Aire puro
El jerez servido en catavinos queda muy typical Spanish, pero no deja que se oxigene. ¿La solución? Una copa de vino blanco.
Piensa en el camarero
Si masticas un trozo de carne y no hay fuerza que pueda con él, no lo escupas en la servilleta. Déjalo discretamente en el borde del plato con ayuda del tenedor para ahorrarle un disgusto al camarero.
No menees
Darle vueltas al vino porque sí (como a las copas) es desesperante para tu interlocutor. O lo mueves para liberar sus aromas, y olerlos, o déjalo vivir en paz.
La competencia de Salt Bae
A menos que seas un experto carnicero turco, es fundamental que cortes los alimentos cada vez que vayas a llevártelos a la boca. No te tires a cortar la carne de una vez cuando te la sirvan para luego limitarte a clavarle el tenedor cada vez que quieras levártelos a la boca. No tienes seis años.
Protocolo nipón
El sushi se puede comer con palillos pero es preferible el uso de las manos. Moja solo una punta del pescado en la soja y no lo agites para quitar el ‘exceso’. El resto, es disfrutar.
Pescando espinas
El eterno odio por estas palas atrapa espinas no deja de crecer. Si otros utensilios de la época victoriana desaparecieron, ¿por qué seguimos usando esta herramienta?
Esos morros
Cada vez que des un sorbo de tu bebida límpiate la boca con la servilleta. Que no quede huella.
La vajilla no es un cenicero
¿Era tu padre o tu madre uno de esos personajes que apagaba los cigarros en la taza del café a la hora de la sobremesa? Pues aunque estés en casa de tu tía Pepa y haya confianza, haz el favor de aguantarte las ganas de ahogar tu colilla en los posos.
Cucharas no
Por lo menos no cuando comas espagueti. Y ya que estamos, ¿por qué insistimos en comer el arroz con tenedor cuando la cuchara nos puede facilitar la vida?
¡Un palo!
A la hora de comer con palillos, ten en cuenta estas reglas: no los cruces al colocarlos en la mesa, no los lamas ni los metas de manera vertical en un bol.
No comas con los ojos
Recuerda que la gula es un pecado capital, aunque si los majares lo merecen, es perdonable. Lo malo es comer con la vista y dejar luego tanta comida que nos cueste apreciar el diseño del plato.
Todos iguales
Ni la carta de vinos ni la cuenta son exclusividad de la figura masculina de la mesa. Algunos camareros parecen insistir en ello, habrá que recordarles que los tiempos han cambiado…
*Artículo publicado originalmente en Tapas nº 21. Puedes conseguir los números atrasados de la revista aquí.