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Gotland: no se lo digas a nadie

¿No querías desconectar? ¿Desconectar de verdad? Aquí tienes dónde: el inquietante y bello Fabriken Furillen.

Un imponente bloque de hormigón, edificio principal de lo que antaño fue una cantera de piedra caliza, resquebraja con su brutalismo el pacífico paisaje de la península de Furillen. Estamos en una esquina remota de la ya de por sí remota isla de Gotland, en Suecia, y no ha sido fácil llegar hasta aquí. Tras surcar el Báltico en ferry desde Estocolmo y recorrer 45 kilómetros de carretera, dejamos atrás Villa Villekkulla (la casa de Pippi Calzaslargas en la famosa serie de TV, literal) y, al norte, el islote de Farö, ese Macondo helado que Ingmar Bergman eligió para vivir y también para rodar obras maestras como la cruda Detrás de un vidrio oscuro (1961). Sí, aunque no lo parezca, hay muchas cosas que hacer y ver en Gotland. Pero la prioridad es desconectar. La prioridad es Fabriken Furillen. Cuando el fotógrafo Johan Hellström encontró este lugar, rápidamente vio su potencial como hotel 100% ecológico y, sobre todo, como destino perfecto para quienes han descubierto en el JOMO (Joy Of Missing Out), esa tan necesaria vía de escape en la era de la hiperconectividad.

Frente a la inmensidad del agua, que en verano, aunque suene loco, recibe a más de un bañista sin temor a amoratarse, tres elementos sustentan la poderosa arquitectura interior de Fabriken: piedra caliza, hormigón y madera. Juntos dan fuste y calidez a 18 habitaciones (pronto ampliarán a 24), así como al edificio central, donde se encuentra el restaurante que, dirigido por Stefano Catenacci, chef de Operakällaren (una estrella Michelin), basa su cocina en el producto de temporada y la corriente kilómetro cero. Lo saben bien las 38 gallinas a las que deberás agradecer cada mañana los huevos del desayuno. Y no te resultará difícil hacerlo: para evitar maletendidos, las 38 se llaman Agda (furillen.com /designhotels.com).