El deporte ha sido crucial en la vida del empresario Gabriel Masfurroll (Barcelona,1953). Nadador de competición en su juventud, fue en su día el directivo más joven del Barça, club del que llegó a ser vicepresidente. Desde 2011 preside la Fundación Laureus España, que lleva a cabo proyectos de inclusión social de niños y jóvenes con dificultades a través de actividades deportivas. Su labor al frente de esta organización ha consistido en desarrollar nuevos proyectos y, sobre todo, dar visibilidad a la labor de una entidad un tanto eclipsada por el glamour y la notoriedad de los premios internacionales Laureus, los óscars del deporte.
Su vertiente filantrópica viene de lejos: cuando con 3 años murió su segundo hijo, Alex, que había nacido con síndrome de Down, él y su mujer crearon una fundación con su nombre para ayudar a un mundo que había sido casi invisible para ellos hasta entonces, el de la discapacidad. Autor de cuatro libros y mentor de emprendedores, el deporte, asegura, proporciona grandes lecciones de vida: no importa la cuna, sino el esfuerzo, y hay que levantarse después de caer. “Y algo que la sociedad debería entender, ahora más que nunca, puedes tener ideas, orígenes y formas de pensar distintos, pero el deporte tiene unas reglas; un día gana uno, otro día gana otro, y no vale todo para ganar”.
En su intensa trayectoria como empresario, centrada sobre todo en la gestión hospitalaria privada (fundó los hospitales UPS y hoy preside el consejo de administración de la Clínica Mi Tres Torres), estas vivencias le han resultado muy útiles. ¿Y qué es más difícil, llevar las riendas de un club de fútbol o de un hospital? “El gurú Peter Drucker decía que la empresa más difícil de gestionar era un hospital; eso es porque no conocía el mundo del fútbol, y la emoción, pasión y sentimientos que levanta”. Aunque a su juicio, el oficio más difícil del mundo es ser padre y su mejor proyecto ha sido su familia.