España es el país de Europa con mayor riqueza en biodiversidad y paisajes, pero al mismo tiempo es también uno de los más cuestionados en cuanto al respeto y conservación de su entorno se refiere. El mundo del vino no es una excepción”. Así rezaba el manifiesto Viñedos de excepción de Club Matador que hace cinco años creó un revuelo necesario en el sector y que ha seguido agitando conciencias para fortalecer “la sensibilidad terruñista, la viticultura ambiciosa y tradicional y el respeto por el paisaje y la memoria”, cuenta Sancho Rodríguez, coordinador de Futuro Viñador. En 2016 empiezan las conversaciones y en 2020 se presentan en sociedad con el hándicap de la pandemia, que les ha robado encuentros, pero no las ganas de intercambiar conocimientos sobre viticultura honesta. “Son productores muy heterogéneos pero con una filosofía muy parecida. Les excita compartir la riqueza enológica de este país. Son pequeñas islas y motor en sus regiones, en Galicia, Toro, La Mancha, Baleares, Canarias, La Rioja, Navarra, Manchuela, Ribera del Duero, Jumilla, Cataluña y Valencia y abrazan el mantra de elaborar vinos con calidad y autenticidad”, añade Rodríguez.
Futuro Viñador reúne 16 viñadores con distintos acentos que se han conjurado para profundizar en la viticultura respetuosa que practican, pero también para inspirar a terceros a que sigan su camino. Evitar la despoblación rural está también entre sus retos. “Hacer vino tiene grandes implicaciones sociales. En Futuro Viñador hay proyectos pequeños y medianos, todos enraizados a lugares
y pueblos. Se cultivan viñedos y variedades ancestrales en ecosistemas antiguos con terrazas y muros de piedra. Todos los productores hacen del vino su estilo de vida; están integrados en el paisaje”, asegura Sancho Rodríguez.
“Tenemos vocación de exportación y nos encontramos que la visión de España es de vino a bajo precio y de poca calidad en regiones como por ejemplo Asia donde ahora está el mayor crecimiento de consumo. Agruparnos era necesario para poner en valor que juntos podemos explicar mejor que hay bodegas apegadas al paisaje y a sus personas, que elaboran con mucha calidad y tipicidad, como en Alemania está Verband Deutscher Prädikatsweingüter o en Francia Renaissance des Appellations”, afirma el enólogo Eulogio Pomares, actual presidente de Futuro Viñador.
Jorge Monzón colecciona parcelas singulares en La Aguilera, su pueblo natal. Se formó en Burdeos y Borgoña, pero ha devuelto a Ribera del Duero todo el conocimiento y la sensibilidad aprendidas: “Hay que hacer vinos buenos y sanos que viajen bien. En Dominio del Águila cuidamos lo que no ha desaparecido aún en el viñedo. Y en Futuro Viñador veo que todos tenemos en común un poco de ego, pero a la vez todos intentamos quitárnoslo, queriendo hacer algo por los demás”. En el colectivo están representadas zonas históricas y emergentes, latitudes y geografías dispares, entre cauces y laderas, donde se hace vino silenciosamente, con minuciosidad y precisión enológica. Tradición e innovación en simbiosis.
“Seguiremos tejiendo complicidades. Hay que hacerse más plural y sumar bodegas, pero vamos a crecer de manera orgánica”, avanza Rodríguez. “Los viñadores deben cumplir una serie de requisitos y han de completar un sistema de participación de garantías que les permite identificar el punto de partida y los objetivos a conseguir”, detalla Pomares. Pero lo más inmediato ahora es el programa de primavera que combinará jornadas virtuales con presenciales. Se publicará en abril. Sancho Rodríguez adelanta su ambicioso alcance: “Vamos a sumar voces de paisajistas, arquitectos, científicos y ecólogos para ver cuál es el rol en del viñador en la sociedad, el alcance de su trascendencia y los retos ambientales y de futuro que tenemos por delante. Habrá diálogo con expertos internacionales, especialistas en grandes fuegos, medioambientalistas, expertos en comunidades digitales. Queremos armarnos con ideas y filosofías”.