En países europeos como Francia e Inglaterra, en asiáticos como Hong Kong y en Estados Unidos, la inversión en vino y el mercado de compra-venta en las subastas es habitual, a diferencia de España”, reconoce Quim Vila, propietario de Vila Viniteca, una de la distribuidoras de vinos más importante de Europa. Y añade: “Hubo familias belgas que compraron grandes vinos de Burdeos y los guardaron para hijos y nietos. Sin embargo en España, cuando estaban listos, se vendían y se bebían”.
Al almacén de vinos viejos escaso, se añade el haber llegado tarde a la exportación y el que la mayoría de subastas se realizaban en el extranjero, en Suiza, Londres o París, donde están los mayores coleccionistas y clientes. “Hemos observado que se compra más vino para guardar que para revender. En Vila empezamos hace ya 22 años con las avanzadas, para que los particulares tuvieran precios ventajosos en la compra de grandes vinos de Artadi, Álvaro Palacios, Pingus, Eguren, Contador, Comando G y Descendientes de A. Palacios”, explica Quim Vila.
“Es una tendencia que va a más. Los vinos pueden resultar como mínimo entre un 20 y un 30% más económicos, con un año de cadencia”, adelanta. “Es un mercado maduro, porque son los Picasso, Tàpies, Plensa o Barceló del vino, cotizados a nivel mundial. Son bodegas que trascienden el ámbito local”. El propietario de Vila Viniteca asegura que cada vez hay más particulares –y más jóvenes– que se animan a crear su propia colección: “Con 1.000 euros pueden comprar una caja de 6 botellas y se permiten un pequeño gran capricho”.
“Nuestros vinos envejecen bien y se compran para guardar. Los coleccionistas saben que estarán mejor con el paso del tiempo. Para ellos también es atractivo el hecho de que seamos constantes añada a añada. Un Vega Sicilia Único del 70 y otro del 86, salvando los años, tienen el mismo perfil y eso hace que tanto en subastas como en círculos de coleccionistas, estén muy bien valorados”, explica Antonio Menéndez, director general de Tempos Vega Sicilia. La bodega de Ribera del Duero se mueve en un mercado privilegiado, con más demanda que oferta. “La escasez hace que los vinos suban siempre de valor”, matiza. “Lo importante para saber el valor del vino es lo que la gente está dispuesta a pagar por ello”, responde cuando se le recuerda que en 2016 se pagaron 14.000 euros por 6 botellas de distintas añadas de Único, en una subasta en Hong Kong. Comparte con Vila que el vino como inversión tiene recorrido: “Se ha convertido en una alternativa a las inversiones tradicionales que tienen más inestabilidad”. Advierte, sin embargo, en que “lo difícil, como buena inversión, es acceder a algo bueno y exclusivo”.
“En España no ha habido, como en Burdeos y Borgoña, una consideración de alta cotización ni garantía de origen por municipio, paraje o viñas hasta ahora que en algunas denominaciones de origen han aprobado nuevas clasificaciones como en la DOCa Priorat o Bierzo. Estamos a años luz del mundo de la preventa como inversión porque somos muy pocos los que estamos en esta posición”, cuenta el enólogo riojano Álvaro Palacios, con bodega en Gratallops (Priorat, Rioja y Bierzo).
Existen marcas icónicas y míticas españolas reconocidas a nivel internacional, pero Palacios defiende que deberían ser muchas más: “La exportación de Grand Crus en Burdeos está en 1.000 millones de euros. La administración garantiza la certificación de control de origen y la exquisitez de los vinos. Aquí, somos pocos. Pingus estará con 8.000 botellas, la Ermita con 3.000 y La Faraona con 1.500. Estamos creando interés por comprar, consumir y guardar, pero las cifras son reducidas aún”, se confiesa.
En una subasta benéfica se llegaron a pagar 7.000 euros por una Ermita. Además de la filantropía de algunos clientes privilegiados, el ciudadano de a pie puede reservar cada primavera la añada anterior de Álvaro Palacios: “Vendemos a 90 países a la avanzada para dar solemnidad a la forma de comercializar, a la vez que ofrecemos precios más económicos”.