Para muchos, el té es la bebida que no puede faltar en el día a día. Algunos incluso los sustituyen por el café para comenzar el día con energía. Otros, sin embargo, lo consumen para relajarse a la hora de merendar. Muchos lo toman caliente, para entrar en calor en esos días más fríos de invierno, y otros lo prefieren frío, con mucho hielo para refrescarse. Y variedades de té hay para aburrir: rojo, verde, negro, matcha…
Sea como sea, el té es la bebida por excelencia para muchas personas. Incluidas para la científica y profesora de química en el Bryn Mawr Colegue de Pensilvania, Michelle Francl. Aunque para ella, hay un elemento que falta a la hora de tomarse un té en condiciones: una pizca de sal. Según la científica americana, la sal consigue potenciar el sabor y bloquea el receptor de la lengua que controla la sensación amarga del té, consiguiendo un sabor más agradable.
Este experimento lo ha desarrollado en su última obra, Steeped: The Chemistry of Tea, donde explica que en los manuscritos chinos se encontraba la sal como un elemento clave para encontrar un equilibrio perfecto en el sabor final del té.
No obstante, para los ingleses esto supone un ultraje a su bien más preciado. Varios medios, como el The Guardian han calificado de «receta escandalosa» la idea de Francl. Otros, son muchos más duros con la científica americana y dicen lo siguiente: «A ver si me aclaro, ¿Un científico del país donde se puede encontrar té preparado con agua tibia del grifo afirma haber encontrado la receta para una taza de té perfecta?».
Aunque no son las únicas recomendaciones que hace Francl en su obra. Dentro del libro podemos encontrar consejos como añadir un chorrito de jugo de limón para ayudar a aclarar la espuma que se forma en la superficie del té, mojar y exprimir la bolsita de té mientras se reposa para calmar las sensaciones ácidas de los taninos o retirar la tapa de una taza de té para experimentar los aromas.