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Hacerse preguntas con la inocencia de un niño y buscar las respuestas con la paciencia de un viejo sabio. Ésa parece ser la premisa de los trabajos de Judith Tiral (Barcelona, 1990) en su blog y en YouTube. Unos contenidos que ofrece con la naturalidad de quien lleva décadas frente a una cámara, pero que en su caso resulta innata. Precisamente por eso, por ahora, prefiere seguir como francotiradora. Sabe que es lo que más valora su público. Para encontrarnos, nos lleva donde más valora ella. El bar de raciones de su barrio. Un lugar en el que siempre es hora punta y la carta no necesita sofisticación para ser irresistible. Su elección: patatas bravas.
Estudiante de Historia del Arte…
Sí, eterna estudiante, nunca terminé, me quedé en el último curso. Me gusta mucho el arte, pero más la historia. Aunque el arte es como mezclar historia y creatividad, por eso elegí esta carrera.
Pero luego entró a trabajar en marketing.
Es que de pequeña era muy friqui. Creaba webs, foros… hacía tutoriales de Photoshop y los compartía, monté clubs de fans de Perdidos. Si acabé en el marketing fue porque necesitaba trabajar para pagarme la carrera. Conseguí un puesto de copy y redactora y el primer jefe que tuve me lo enseñó todo, el SEO, etc… y me hice superfan. Coger algo pequeñito y amplificarlo con estrategias, para que lo acabe conociendo todo el mundo me pareció muy divertido.
Mucha gente cree que es rica porque se ha pasado años viajando por el mundo.
No, no, ni mucho menos, soy de este barrio [Sant Adrià de Besòs, NdR]. Rompí con la primera novia que tuve, que fue con 17 y la dejé con 21, porque me quería dedicar a viajar y cuando se lo dije me contestó “¡pero si has ido una vez a Londres!”. Luego, hasta los 27 no empecé a viajar, pero antes ya lo sentía, sabía que era lo que quería hacer. No sé de dónde me venía ese impulso, porque hay que tener muchas alas para soñar en este barrio. El caso es que al final lo logré.
Gracias a un blog…
Sería en 2013, cuando los blogs ya estaban de capa caída, cuando escuché un podcast sobre marketing de guerrilla donde explicaban qué hacer para hacerte famoso sin tener dinero para invertir en promoción. Me puse a pensar con las ideas que sugerían e hice un cartel con la foto de un perro que parecía que se estaba riendo y puse arriba: “¿Has visto a este perro?” y debajo “No se ha perdido ni nada, sólo quería que lo vieses porque es genial, como mi blog”. Lo pegué en un montón de farolas de Barcelona, le saqué fotos al cartel y las metí en grupos de Facebook con una cuenta falsa, preguntando sorprendida “¿habéis visto esto?” (risas) y se hizo megaviral.
De sus viajes, Japón es lo que más le gustó.
Me enamoré, pero viví un año y ya no es lo mismo: hay mucho racismo y machismo. Lo que más me gustó es que la gente mayor, de la edad de mi abuela, iba por la calle jugando a Pokemon Go. También veías a profesores de universidad con sus peluches. Me fascinó que estar loco no impida que a la gente se la tome en serio.
Se las arreglaba para viajar gratis y encima lo ha explicado en sus vídeos.
Antes había muchos trucos para conseguir alojamientos o vuelos más baratos. De los cupones de Airbnb a comprar billetes de avión de larga distancia con una VPN. Funcionaba de verdad, ahora no lo sé. Luego en los sitios me apuntaba a los gimnasios e iba en el periodo de prueba, me inscribía en apps que regalaban un postre o una ensalada si dabas tu email… Todavía estoy cancelando suscripciones de esa época. ¡Era muy rata! (risas), pero en Nueva York estuve diez días con cien euros.
En sus vídeos sobre curiosidades, más complicado que la explicación, me parece dar con las preguntas tan curiosas.
Pues no se me agotan nunca. Tengo un blog de notas con ochenta mil. Continuamente se me ocurren.
Como “¿por qué desayunamos postres?”.
Sí, la gente rica desayunaba chocolate y cuando aumentó el nivel adquisitivo general, todo el mundo quería desayunar como había visto que hacían los ricos, galletitas y todo eso…
Anda que su descubrimiento de que los Kellogg’s se crearon para que la gente no se masturbara…
Era un poco clickbait, pero el que los creó buscaba eso, un tipo de dieta baja en nutrientes que diera ganas de follar. Así inventó los Kellogg’s.
También me ha impresionado saber que el helado Calippo se inventó porque la gente se pasaba a los refrescos.
Entrevisté al que lo hizo. En su LinkedIn ponía “ice cream dreamer”. Me dije: “Claro, alguien tiene que crear los helados”. Este hizo también el Frigopie, el Drácula… El Calippo lo hicieron con forma de lata por eso, para competir con la Fanta y la Coca-Cola. Me encanta encontrar el porqué de las cosas.
Lo del Negrito hoy ya no suena bien.
A él le daba cierto pudor recordarlo. También hizo uno que se llamaba Strabik, con unos ojos grandes…
¿Viajar por el mundo ha cambiado sus gustos con la comida?
¡No he cocinado en mi vida! Me alimento a base de latas, como en la guerra. Lo único es que en los restaurantes extranjeros sé pedir más cosas de la carta.
Sabemos que los restaurantes chinos de España no son como los chinos de China. Ha viajado mucho por México. ¿Cómo son los restaurantes mexicanos de España?
Puedes encontrar alguno, pero prefiero mil veces comer allí. ¡Qué sabor todo! Luego también varían los precios. Por ejemplo, en Japón el sushi es barato. Mis amigos japoneses me dicen “¡pero si sólo es pescado con arroz!”. Por cierto, allí lleva mucho menos arroz que aquí.
Tiene audiencias en YouTube que ya las quisieran para sí muchos programas de televisión generalista. ¿Nunca le ha tentado (o le han tentado) a dar el salto?
Sí, pero no. Prefiero que me vea la gente joven. Creo que tengo que estar en una plataforma. Sobre todo quiero hablar como hablo yo.
¿Por qué nos ha traído aquí, al bar Lafuente, a comer estas patatas bravas?
Vengo desde que era pequeña; es el bar más famoso de la zona y está muy cerca de mi casa. Hace unos años, un instagramer que estaba buscando las mejores bravas de Barcelona me preguntó. Le traje aquí y hubo gente que empezó a decir “¡cutre!”, así que ahora insisto, apoyo a lo local, al barrio.
Foto de Xavier Torres-Bacchetta