Si creías que un catalán nunca podría enamorarse de Madrid, habla con Francesc Carmona. Vive en la capital desde 2014 y le encanta. Pero no le hagas elegir.
Pensar en la palabra workaholic con una connotación positiva es algo que de primeras puede sonar un tanto extraño. Bastante, diríamos. Pero para Francesc Carmona, director general para España de Montblanc, es toda una ventaja. Disfruta y es feliz con lo que hace, incluso con la presión que tiene al frente de la segunda etapa que está viviendo la firma alemana en Madrid. “Nuestra marca necesitaba un revulsivo importante. Rejuvenecer y dar accesibilidad a una generación que no solo asocie Montblanc con la Meisterstück, sino con nuevos elementos como los diseños de Marc Newson, el e-Strap o cualquier accesorio de piel. Eso sí, manteniendo siempre sus valores: calidad, historia y artesanía”. Los mismos que Carmona busca a la hora de hacerse con alguna delicatessen. Los sábados que está en Barcelona aprovecha para pasarse por Vila Viniteca, una tienda gourmet con más de un siglo de historia. Allí, aprovecha para comprar vino, una de sus debilidades, aunque tampoco le hace feos al jamón y al queso. Le gusta porque es una empresa familiar que comparte las mismas cualidades que él ve en Montblanc. Pero si hay alguna que destaca particularmente, esa es el tiempo: “Creo que las marcas que mantienen su historia a lo largo de los años son las que perduran. El tiempo hace madurar a las personas y, por consiguiente, su forma de trabajar. Y eso, al fin y al cabo, repercute en las marcas. Ocurre igual con el vino. Hay algunos que son imposibles, pero los que se han hecho con mimo y siguiendo unos métodos tradicionales son los que triunfan”. Ahora bien, modernizarse y adaptarse a los tiempos para lograr el éxito es algo necesario. Y ese es el camino que Montblanc ha emprendido, innovando y adaptándose a las nuevas tendencias para convertirse en una marca sexy y atractiva. Una marca imán.
©Xavi Torres-Bachetta