Ian Fleming era un soltero convencido, hasta que un día decidió casarse. La escritura fue el refugio que halló para abstraerse de la ansiedad y el estrés emocional que le generaba vislumbrar su futuro en pareja (con los años, tanto él, como ella, Ann Charteris, mantendrían diversos affairs extramatrimoniales). De aquellos días de redacción compulsiva, como el fumador empedernido que encadena un cigarro tras otro temiendo quedarse sin gas en el mechero, salió una novela, Casino Royale. Un relato protagonizado por un agente secreto al servicio de su (difunta) majestad con licencia para matar, que acabaría deviniendo un icono de la cultura pop del siglo XX e inicios del XXI: Bond, James Bond, también conocido como 007 entre los miembros del gremio de los espías.
Fleming nació el 28 de mayo de 1908 en el 27 de Green Street, uno de los principales ejes del pomposo barrio de Mayfair de Londres. Nieto de adinerado banquero escocés (Robert Fleming), hijo de parlamentario muerto en el frente de combate durante la Primera Guerra Mundial (el obituario de Valentine Fleming publicado por The Times fue escrito por Winston Churchill), se educó en las escuelas y universidades más selectas del Reino Unido, entre estas Eton, institución en la que se han formado algunas de personalidades más relevantes en la historia, pasada y presente, de la Gran Bretaña. De la familia real a primeros ministros como David Cameron o Boris Johnson, de actores como Hugh Laurie, Damian Lewis o Eddie Redmayne a escritores como Aldous Huxley, George Orwell o Ian Fleming, claro, la flor y la nata de la sociedad british (actualmente estudiar en Eton cuesta 46.296 libras esterlinas el curso académico) ha pasado por las aulas de este colegio ubicado en las afueras de la capital inglesa. Ian Fleming era élite.
El ojo de oro
Era mayo de 1939, con Europa abocada irremediablemente a la Segunda Guerra Mundial, John Godfrey, director de la inteligencia naval británica, citó a Fleming en su despacho. Lo quería reclutar. Entró en la organización como asistente personal de Godfrey. No tardó demasiado en convertirse en miembro a tiempo completo. Como agente secreto, su nombre en clave fue 17F. En su hoja de servicios destaca la Operación Goldenye (¿os suena el nombre?), maniobra de espionaje realizada entre 1941 y 1942 que tenía como objetivo monitorizar los movimientos diplomáticos de Franco como prevención a una posible alianza entre la España fascista y los miembros del Eje: la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini y Japón.
Goldeneye sería también el nombre con el que Fleming bautizaría su casa en Jamaica, país al que, en los años posteriores a la guerra, acudiría durante los tres meses de invierno europeo. Finalizada la contienda mundial, Fleming entró a formar parte de la redacción del diario The Sunday Times como coordinador de los corresponsales en el extranjero. Su contrato le permitía cogerse vacaciones en la isla caribeña durante el trimestre hibernal. Fue ahí, en los preámbulos de su boda con Ann Charteris, que empezó a escribir su primera novela, Casino Royale. Publicada en 1953 con un éxito pocas veces visto antes, tras esta llegarían 11 novelas más y dos libros de relatos cortos con su espía James Bond como protagonista.
Entre las muchas aficiones que Ian Fleming cultivó durante su vida, la que más tiempo le robaba y atendía con mayor pasión era la ornitología. Entre la extensa biblioteca sobre la materia que acumuló a lo largo de los años, consultaba regularmente como si de una biblia se tratara el ensayo Birds of the West Indies, escrita por uno de los mayores expertos mundiales en el estudio de las aves, un científico británico de nombre James Bond. De él sacó el antiguo agente secreto y posterior escritor el nombre para el personaje principal de sus historias. Pero no fue esa su única inspiración. John Dee era una de las mentes más brillantes de la Inglaterra del siglo XVI. Astrólogo, matemático y asesor científico en la corte de Isabel I, fue la misma monarca la que lo reclutó como miembro de su corte de confidentes y espías. Dee firmaba sus informes con dos círculos que, en el código establecido entre reina y espía, significaban “sólo para tus ojos”. Una rúbrica que el científico completaba con el número 7. OO7. Ya tenemos licencia para matar.
De la obra literaria de Fleming surgiría la más longeva y una de las más populares sagas cinematográficas. Desde que en 1962 se estrenara la primera entrega, Dr. No -este mes de octubre se celebra el 60 aniversario de su estreno-, hasta el último título de la serie que ha llegado a las salas de cine, Sin tiempo para morir (2021), se han rodado un total de 25 películas (oficiales, pues hay dos que no entran dentro de la colección producida por EON Productions) con 007 como personaje central.
Con calma… Relativa
Camarero: Oui monsieur.
James Bond: Espere, tres partes de Gordon’s, una de vodka, media medida de Kina Lillet, bien agitado con hielo y con una filigrana de limón.
Camarero: Sí, señor.
Dicen los expertos que el Martini Vesper es un cóctel potente que conviene tomar con paciencia. Pero con una calma relativa que no permita que el combinado, que siempre debe tomarse frío, se caliente. El Martini Vesper también es conocido como el ‘cóctel James Bond’, aunque en realidad Ian Fleming sólo lo cita en Casino Royale, la primera de las doce novelas que escribió sobre el icónico espía. Su nombre se lo debe a Vesper Lynd, una de las pocas mujeres que conseguirían robar el corazón del espía. Los expertos en el universo Bond dicen que este personaje está basado en la figura real de Krystyna Skarbek, una agente secreta de origen polaco que durante la Segunda Guerra Mundial trabajó para la Dirección de Operaciones Especiales, una organización creada por Winston Churchill y Hugh Dalton para llevar a cabo acciones de espionaje y sabotaje contra las Potencias del Eje en la Europa ocupada por la Alemania nazi.
James Bond: Voy a ponerle de nombre Vesper (descubre Bond en la misma película, algunas secuencias más tarde).
Acompañante: ¿Por el regusto amargo que deja?
James Bond: No, porque una vez lo pruebas no quieres otra cosa.
En la gran pantalla, Lynd ha sido interpretada por dos actrices. La primera fue Ursula Andrews en la paródica Casino Royale de 1967 (es una de las dos películas
que no entran dentro del catálogo oficial de la saga) protagonizada por David Niven y dirigida en equipo por un grupo de cineastas encabezados por John Huston, y con este Ken Hughes, Robert Parrish, Joe McGrath y Val Guest. La segunda es la adaptación de 2006 de la novela homónima protagonizada por Daniel Craig, esta vez con Eva Green dando vida a la chica Bond. Sólo en esta película, y en la posterior Quantum of Solace, se cita el combinado como Martini Vesper. En el resto de filmes, Bond pide Vodka Martinis o los clásicos Dry Martinis, siempre terminando el orden con la clásica coletilla “mezclado, no agitado”. Una de las frases más legendarias de la historia del cine que a nuestro país llegó con el orden de los factores alterados.
En la versión original de las películas de James Bond, el espía requiere que su combinado se realice “shaken, not stirred”, por lo que la traducción correcta debería haber sido “agitado, no mezclado”. No fue hasta el estreno de Spectre que la versión doblada ofreció una traducción correcta. Y ni así, porque la escena transcurre un hospital en el que, lógicamente, no sirven alcohol, y en su lugar a Bond le ofrecen un batido de bromelaína, la enzima proteolítica que se obtiene del tallo y el fruto de la piña con claros efectos beneficiosos en la prevención de problemas digestivos, la mejora de la circulación sanguínea y la prevención y recuperación de lesiones. Refunfuñando replica que lo tiren taza del water abajo.
La diferencia entre agitar o remover un combinado es mínima, sólo perceptible por los paladares más entrenados. Si seguimos las órdenes de los bartenders más exigentes, para agitar un cóctel siempre debe usarse una coctelera. Para removerlo, un cóctel debe elaborarse en un vaso mezclador de cristal y
revolverlo con una cuchara larga. La disparidad entre una acción y la otra la hallamos en el hecho que usando la coctelera, la mezcla obtenida se enfría, pero es mucho más aguada, por lo que el resultado es más ligero. Removiéndolo, el desenlace conserva mucho mejor la esencia y fuerza de los ingredientes usados.
Regresando a las teorías de los más concienzudos sabedores de las teorías bóndicas, el agente lo ordena así porque era el estilo favorito Bernardo de Lippe-Biesterfeld, príncipe consorte de los Países Bajos y uno de los mejores amigos de Ian Fleming. Ya lo hemos dicho al inicio: era élite.
Ahondando en las diferencias, también deberíamos descubrir las divergencias que existen entre el Martini Vesper y el Dry Martini, dos cócteles que parecen gemelos, pero que en realidad son mellizos. Así, el Vesper lleva vodka y ginebra y el Dry Martini sólo ginebra. Si añadimos a la ecuación el Vodka Martini, este sólo lleva vodka. El Vesper lleva Kina Lillet, un aperitif a base de vino francés, más concretamente de Podensac; y el Dry Martini lleva vermú seco. El Vesper lleva un twist de limón y el Dry Martini una aceituna o dos. Finalmente, el Vesper se agita y el Dry Martini se mezcla.
Camarero: Oui monsieur.
James Bond: Espere, tres partes de Gordon’s, una de vodka, media medida de Kina Lillet, bien agitado con hielo y con una filigrana de limón.
Camarero: Sí, señor.
Dicen los expertos que el Martini Vesper es un cóctel potente que conviene tomar con paciencia. Pero con una calma relativa que no permita que el combinado, que siempre debe tomarse frío, se caliente. El Martini Vesper también es conocido como el ‘cóctel James Bond’, aunque en realidad Ian Fleming sólo lo cita en Casino Royale, la primera de las doce novelas que escribió sobre el icónico espía. Su nombre se lo debe a Vesper Lynd, una de las pocas mujeres que conseguirían robar el corazón del espía. Los expertos en el universo Bond dicen que este personaje está basado en la figura real de Krystyna Skarbek, una agente secreta de origen polaco que durante la Segunda Guerra Mundial trabajó para la Dirección de Operaciones Especiales, una organización creada por Winston Churchill y Hugh Dalton para llevar a cabo acciones de espionaje y sabotaje contra las Potencias del Eje en la Europa ocupada por la Alemania nazi.
James Bond: Voy a ponerle de nombre Vesper (descubre Bond en la misma película, algunas secuencias más tarde).
Acompañante: ¿Por el regusto amargo que deja?
James Bond: No, porque una vez lo pruebas no quieres otra cosa.
En la gran pantalla, Lynd ha sido interpretada por dos actrices. La primera fue Ursula Andrews en la paródica Casino Royale de 1967 (es una de las dos películas que no entran dentro del catálogo oficial de la saga) protagonizada por David Niven y dirigida en equipo por un grupo de cineastas encabezados por John Huston, y con este Ken Hughes, Robert Parrish, Joe McGrath y Val Guest. La segunda es la adaptación de 2006 de la novela homónima protagonizada por Daniel Craig, esta vez con Eva Green dando vida a la chica Bond. Sólo en esta película, y en la posterior Quantum of Solace, se cita el combinado como Martini Vesper. En el resto de filmes, Bond pide Vodka Martinis o los clásicos Dry Martinis, siempre terminando el orden con la clásica coletilla “mezclado, no agitado”. Una de las frases más legendarias de la historia del cine que a nuestro país llegó con el orden de los factores alterados. En la versión original de las películas de James Bond, el espía requiere que su combinado se realice “shaken, not stirred”, por lo que la traducción correcta debería haber sido “agitado, no mezclado”. No fue hasta el estreno de Spectre que la versión doblada ofreció una traducción correcta. Y ni así, porque la escena transcurre un hospital en el que, lógicamente, no sirven alcohol, y en su lugar a Bond le ofrecen un batido de bromelaína, la enzima proteolítica que se obtiene del tallo y el fruto de la piña con claros efectos beneficiosos en la prevención de problemas digestivos, la mejora de la circulación sanguínea y la prevención y recuperación de lesiones. Refunfuñando replica que lo tiren taza del water abajo.
No estaba muerto, estaba tomando cañas
El Martini Vesper, el Dry Martini o el Vodka Martini, sin embargo, no son los únicos combinados que James Bond ha degustado a lo largo de la saga, ya sea en la literaria o en la cinematográfica. A su particular catálogo de brebajes preferidos deberíamos sumar clásicos de la coctelería como el Scotch and Soda, uno de los grandes favoritos de 007, ya que en las novelas de Fleming se cita en más de una veintena de ocasiones; el Negroni, que pide en Sólo para tus ojos; el Rum Collins, variación del clásico Tom Collins que Bond ordena en Operación Trueno y el Stinger, cóctel de aromas mentolados que el agente secreto degusta en Diamantes para la eternidad y, de nuevo, Operación Trueno.
Más allá de destilados, en los últimos años a James Bond también se le ha podido ver bebiendo cerveza. Fue, más concretamente, en la película de 2012 Skyfall, como consecuencia de un acuerdo entre la productora y la cervecera holandesa Heineken, que pagó alrededor de 45 millones de dólares por aparecer en diversas escenas del film. Y aun así, en una secuencia ambientada en un casino de Macao se puede intuir que el agente al servicio de su majestad está degustando su Martini Vesper habitual. El placer de Bond por una buena caña fría sólo duró una entrega de la saga, en la siguiente, Spectre, 007, retorna a su combinado favorito, pero dejando claro que el vodka con el que elaboran su cóctel es el Belvedere, marca premium que ha lanzado al mercado dos ediciones limitadas de coleccionista inspiradas en el espía con licencia para matar.
El Martini Vesper perfecto
Para preparar un buen Martini Vesper no hace falta ser un bartender experimentado. Tan sólo haber visto la gran parte de la saga de películas de James Bond y tener cierta pericia para agitar, no mezclar, la fórmula en la coctelera.
Cuatro son los ingredientes esenciales para elaborar el brebaje favorito de James Bond. El primero y esencial, 90 ml de Ginebra. Con éste, 30 ml de Vodka, 15 ml de Lillet blanco y piel de limón.
Empezaremos la acción cubriendo dos terceras partes de la capacidad de una coctelera con hielo. Acto seguido añadiremos la ginebra, el vodka y el Lillet blanco. Aunque el resultado no sería exactamente el mismo, de no tener Lillet blanco, el aperitivo francés por excelencia, lo podemos substituir por vermú blanco.
Una vez tenemos todos los elementos en el recipiente, agitamos enérgicamente la coctelera durante medio minuto, obteniendo la mezcla (y temperatura) deseada, que serviremos en una copa de cóctel escurriendo el hielo del combinado. Culminamos el proceso colocando una piel de limón rizada sobre el cóctel. Ahora sí, ya tenemos licencia para beber.