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El Paseo de Gracia ha cumplido 200 años: qué hacer y comer en esta emblemática calle barcelonesa

La calle más señorial de Barcelona cumple dos siglos, y esto es lo que ofrece a nivel gastronómico y cultural.

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Si viajas a Barcelona, uno de los lugares obligados para visitar es el Paseo de Gràcia. Este bulevar elegante y cosmopolita, con 1,5 kilómetros de longitud (nace en la plaza Cataluña y finaliza en la Diagonal), acaba de cumplir 200 años. Ubicado en el corazón de la ciudad, es conocido por sus impresionantes edificios modernistas y tiendas de lujo, conviviendo las marcas de moda más exclusivas con las enseñas nacionales del universo Inditex, Mango, o la histórica multimarca local Santa Eulalia, propiedad de Luis Sans, que es, a su vez, presidente la Asociación del famoso paseo.

Para este empresario, “el Paseo de Gràcia es una calle bastante única pues, además de tener la mejor oferta comercial de la ciudad, concentra la mejor gastronomía, hoteles de lujo y dos edificios patrimonio de la Humanidad”. En opinión de Màrius Carol, ex director de La Vanguardia y una de las voces más autorizadas de la ciudad, “el Paseo de Gràcia es la versión mediterránea de los Campos Elíseos, reflejando el alma sensata, equilibrada y burguesa de Barcelona mejor que ningún otro enclave. Este bulevar afrancesado y ennoblecido resulta el mejor escaparate de la ciudad, mitad museo modernista, mitad mostrador comercial. De las muchas barcelonas que conforman la capital catalana, esta es la más perfumada, lujosa y presumida. Sin imposturas, intentado ser la postal que se lleve el forastero a la vuelta a su país”.

Valerii Piataiev

Un antiguo camino rural se transforma en la vía más lujosa de la ciudad condal

Pero viajemos en el tiempo. Estamos en 1823, ya había pasado la epidemia de fiebre amarilla de 1821 que se llevó por delante a miles de barceloneses. En este espacio de tiempo, el antiguo camino rural que se encontraba en la muralla norte de Barcelona (conocido como el Camino de Jesús), donde vivían las clases altas de la ciudad se recuperó y conectó con lo que entonces era el municipio de la Villa de Gràcia, donde hoy se alza la famosa calle.

En aquella época, era un lugar tranquilo y bucólico, rodeado de espacios verdes donde proliferaban jardines como el del Prado Catalán, el Criadero, la Ninfa o los Campos Elíseos, el más destacado porque tenía un gran parque de atracciones. Más tarde, en una señal de que aquello iba a tener el genotipo Barcelona, el camino fue regenerado por el ingeniero Ramón Plana, con la intención de ser una vía espaciosa, en la que la arteria central estaba destinada a los peatones y por los laterales circulaban los carruajes. Con el tiempo se fueron instalando los primeros quioscos y cafeterías y sus terrazas las llenaban familias de las clases acomodadas para dejarse ver y representar el arte del prestigio social de la época: saludar y ser saludado.

Las grandes familias se instalan en el Paseo de Gràcia

El paseo que nació como refugio de ocio de una pujante burguesía que no tardó en descubrir su majestuosidad, así que a partir de los años treinta del siglo XIX empezaron a instalarse allí huyendo de lo que había sido la Barcelona amurallada, en la que ya no se cabía. Pero no fue hasta principio del siglo XX cuando la famosa vía, diseñada por el urbanista Ildefons Cerdà, se transformó en uno de los ejes del Ensanche barcelonés y en la máxima exposición del modernismo catalán convirtiéndose, en la calle predilecta de las grandes familias burguesas y aristócratas.

Valerii Piataiev

Los arquitectos más solicitados de la época, como Antoni Gaudí, Lluís Domènech i Montaner, Enric Sagnier, Josep Puig i Cadafalch o Pere Falques i Urpí, autor de las icónicas farolas- bancos, fueron los artífices de las obras del modernismo catalán, competían por construir los palacetes y las casas más fastuosas de la ciudad, convirtiendo esta avenida en uno de los rincones más opulentos y singulares de Barcelona y de España, y en uno de los escenarios más codiciados por los fondos de inversión internacional.

La calle comercial más cara de España

En este sentido, el informe global “Main Streets Across the World” de la consultora inmobiliaria Cushman & Wakefield, que analiza las rentas de las principales calles comerciales de 92 ciudades de todo el mundo, indica que el paseo barcelonés cuenta con las rentas de alquiler más altas de España (de media, 3.000 euros anuales por metro cuadrado) y la 17 en el ranking mundial. También la que genera un 27% de las ventas tax free (libres de impuestos) que se hacen en todo el país.

Sirva como ejemplo reciente la puesta en venta de uno de los palacetes más señoriales del Paseo de Gràcia por 13,8 millones de euros: un inmueble de 700 m2 construido a principios del siglo XX por el famoso arquitecto Joaquín Codina y Matalí.

Las joyas de la corona arquitectónica

Uno de las principales atracciones que todo turista puede admirar cuando visita el Paseo de Gràcia es su magnífico legado cultural y arquitectónico. A lo largo de este bulevar de poco más de un kilómetro y medio de longitud podemos encontrar edificios que por su originalidad, belleza e historia, forman parte del patrimonio cultural de la ciudad. Entre ellos, destacan dos edificios catalogados por la UNESCO como Patrimonio Mundial de la Humanidad, obra del mismo arquitecto, Antonio Gaudí. Hablamos de la Casa Batlló y la Casa Milà (más conocida como la Pedrera). Ambas reciben alrededor de un millón de visitantes cada año.   

Valerii Piataiev

En la Casa Batlló se plasma toda la originalidad y creatividad de Gaudí. Construida entre 1904 y 1906, destaca, sin lugar a dudas, la técnica del trencadis, que decora parte de la fachada y del interior del edificio, y cuya colocación dirigió el propio Gaudí desde el paseo. El patio interior, donde se pueden ver unos colores azules que decoran sus paredes y la claraboya superior provocan la sensación de estar en una cueva submarina.

La Casa Milà fue construida entre 1906 y 1910. Al igual que la Casa Batlló, “La Pedrera” pertenece a la etapa naturalista de Gaudí, lo que se refleja en sus formas ondulantes, que rompieron con la clásica rigidez arquitectónica de la época. A la espectacular ornamentación que decora la casa, donde la piedra y el trencadis tienen un protagonismo especial, hay que sumar el simbolismo religioso proporcionado por el arquitecto, que era un fervoroso creyente.

Presencia de las grandes marcas internacionales  

Al caminar por las aceras de esta avenida, uno no puede evitar sentirse envuelto en una atmósfera excelente de elegancia y sofisticación. Estas cualidades las recogió el insigne profesor de la Universidad de Berkeley (California), Allan Jacobes en su libro, Great Streets (1995) sobre las mejores calles del mundo. Es en este eje comercial de oro donde algunas de las marcas más prestigiosas del mundo han plantado su bandera como Loewe, con su icónica fachada de baldosas de colores florales.

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Unos pasos más arriba, la majestuosidad de tiendas como Louis Vuitton, que junto a Hermès y Cartier han ampliado sus espacios en los últimos años. A ellas se suman firmas de la categoría de Yves Saint Laurent, Gucci, Versace, Valentino, Emporio Armani, Dolce & Gabana, Furla, Chanel, Prada, Celine o Carolina Herrera, así como de otras importantes marcas de joyería internacional como Cartier, Bulgari, Tiffany’s, o las nacionales Tous, Suárez o Rabat. Todas ellas atraen la atención del público con sus escaparates impecablemente diseñados. “A día de hoy hay mucha demanda insatisfecha de marcas que quieren entrar, pero el espacio es el que es”, señala un portavoz de la inmobiliaria Cushman & Wakefield.

Una amplia oferta gastronómica y hotelera

La conocida calle que desborda energía y vida, también alberga una amplia oferta hotelera y culinaria, con bares y restaurantes aptos para diferentes niveles económicos en los que poder comer, cenar o simplemente tomar algo en un ambiente señorial y cosmopolita como, por ejemplo, el Café de la Pedrera. Pero si tu cartera te lo permite, puedes acercarte a alguno de sus restaurantes Michelin. Aquí se concentran 7 estrellas.

El primero que presume con tres estrellas Michelin es Lasarte, en el Monument Hotel. Al frente de su cocina está Martín Berasategui y Paolo Casagrande. En el mismo hotel, destaca Oria, que ostenta una estrella Michelin, y que está dirigido también por el chef vasco y su discípulo, Xabier Goikoetxea. En la acera de enfrente, nos encontramos con el Hotel Mandarín Oriental, su restaurante Moments, que suma dos estrellas Michelin, está liderado por Carmen Ruscalleda y su hijo Raül Balam. En la parte alta del Paseo de Gràcia se encuentra el Hotel Casa Fuster. En la primera planta acoge su restaurante Aleia, una estrella Michelin. Su cocina a cuatro manos tiene el sello del chef Paulo Airaudo y Rafa de Bedoya.

Valerii Piataiev

En una ubicación privilegiada del paseo se encuentra el Majestic Hotel & Spa. Éste establecimiento inaugurado en 1918, fue el primer cinco estrellas de la ciudad y ha sido testigo privilegiado de la transformación de esta icónica avenida. A lo largo de estos años ha sido un referente para la burguesía catalana en busca de lujo y refinamiento. Su restaurante Drolma, el primero en conseguir una estrella Michelin en un hotel de España está asesorado por el chef Michelin, Nandu Jubany.