Lejos quedan, aunque no son tan antiguas, aquellas imágenes de peces y aves con las cabezas metidas en el envoltorio de plástico que sujetaba las latas de cerveza o de cualquier refresco, ¿lo recuerdan? Esa red de plástico que, siendo consumidores responsables, cortábamos con tijera en casa antes de tirarlo precisamente para evitar el posible daño en animales. La industria se puso las pilas y quedan pocas firmas que sigan comercializando sus latas de esa forma: se ha pasado a otros envases más amigables con el medio ambiente.
Porque el producto es importante, por supuesto, pero el envoltorio también y no solo por temas de imagen y de marketing. En temas de packaging se ha evolucionado muchísimo en los últimos años con envases más sostenibles e innovadores, no solo por la forma sino sobre todo, por los materiales con los que se están realizando. Y hay de todo y para todos los gustos: por ejemplo, la empresa International Paper ha ideado la Twin Pizza, una caja de cartón ondulado con forma de zeta que permite transportar dos pizzas en un único envase (porque a poco que os reunáis en casa más de dos personas, una pizza se queda corta). Lógicamente, esto supone un ahorro ya no solo en el cartón empleado y en los costes de fabricación, sino que incrementa la eficiencia en el transporte. Un combo ganador.
Antes de lanzarnos a contar las tendencias más innovadoras en los envases, es necesaria una aclaración: biodegradable y compostable, definiciones que verá en muchos envases, no son sinónimos, aunque a primera vista puedan confundirse. El compostable es el material que se biodegrada hasta convertirse en abono, CO2 y agua: no contiene microplásticos ni metales pesados. Los materiales compostables, además, tienen regulación (los biodegradables, no): para que un material sea considerado compostable debe biodegradarse como mínimo en un 90% en menos de 6 meses. Así las cosas, un material compostable siempre será biodegradable pero uno biodegradable no tiene por qué ser compostable (pero lógicamente siempre será más sostenible que un envase tradicional). El envase biodegradable, por su parte, es aquel que se descompone por microorganismos transformándose en sustancias naturales que no contaminan el entorno.
La industria del packaging, alimentario o no, se encuentra inmersa en la búsqueda de alternativas al plástico derivado del petróleo, y las tendencias van por materiales biodegradables como el almidón (se encuentra en muchas plantas y con él se elaboran por ejemplo, vasos, platos, contenedores…); la celulosa, polímero que se usa para cartones, cajas y etiquetas. Otros materiales de este tipo son la cáscara de plátano (se está utilizando para envases de un único uso, lo que ayudaría a la industria del embalaje a conseguir sus objetivos de economía circular); el ácido poliláctico, un bioplástico a base de ácido láctico y los polihidroxialcanoatos, bioplásticos que se obtienen a partir de bacterias.
¿Algunos ejemplos que nos hayan parecido interesantes e innovadores? El de Gloop, unos jóvenes españoles que fabrican cucharillas de postre y pajitas comestibles. Su cubertería comestible surge como alternativa para el plástico de un solo uso y están hechas a base de harina de arroz: “No vendemos al consumidor final, solo a intermediarios. El proceso de fabricación de las cucharas es muy sencillo, se fabrican como lo hace la industria galletera. El de las pajitas es bastante más complejo”, afirma Hernán Hernández, uno de los fundadores de esta start-up.
Otro de sus proyectos innovadores lo está llevando a cabo con Mahou San Miguel en un proyecto de codesarrollo para aprovechar el bagazo de la cerveza (subproducto rico en proteína del que Estrella Galicia ya ha anunciado estar estudiando para elaborar alimentos). Gloop aprovecha esta materia para la cubertería comestible que los clientes de los hoteles Palladium en Ibiza, por ejemplo, ya podrán degustar este verano en pajitas y cucharillas de la zona de restauración. Otro ejemplo: la marca de agua Cabreiroá ha presentado la primera botella de agua 100% compostable, biodegradable y de origen vegetal, convirtiéndose en la primera marca de agua mineral española en tener este tipo de embalaje. Esta nueva botella está producida en un polímero que tiene su origen en la caña de azúcar y que se degrada al completo en menos de 90 días. No solo la botella es biodegradable, sino que las etiquetas también están hechas del mismo material y los pigmentos utilizados para pegarlas son orgánicos. También, las tintas. El futuro de los envases en general será verde… o no será.