Los productos de belleza comestibles son cada vez más comunes en una industria sobresaturada en la que crear conexiones emocionales genera un distintivo basado en el marketing sensorial. Desde marcas de belleza como Rhode de Hailey Bieber o Dove hasta otras más puramente gastronómicas como Pop Tarts. Todas ellas están conectadas por haber usado la comida y la estética comestible para evocar sentimientos de nostalgia y experiencias que activen los sentidos.
El marketing sensorial usado dentro del mundo de la belleza consiste en una estrategia diseñada para crear experiencias multisensoriales para los consumidores que infuyen en sus decisiones de compra al rememorarles ciertas emociones o recuerdos. Consiste en un método eficaz que utiliza la vista, el olfato, el tacto y el sonido.


Esa mezcla entre la gastronomía y el olfato se infusiona, por ejemplo, en los perfumes gourmand, inspirados en ciertas comidas deseables que establecen un vínculo poderoso entre la belleza y los aromas ‘comestibles’.
Dentro del sector de la belleza y el bienestar esta tendencia ha irrumpido con fuerza en marcas como Rhode, en la que en su mayoría de campañas expone ciertos alimentos o bebidas como cafés, gelatina o montañas de nata relacionados con el producto en sí. Tanto como por haber sido una fuente de inspiración como por contener alguno de los olores, ingredientes o sustratos del alimento.


Otra de las últimas colaboraciones que refleja la intersección entre un producto de belleza y la gastronomía ha sido la de Emma Chamberlain con Dove en una colección de geles aromatizados con su café. Del mismo modo, la unión de la marca de cuidado personal con Crumbl Cookies en el pasado vinculó asimismo sabores icónicos de galletas como «Lemon Glaze» a productos corporales.
En este sentido, si tu neceser se parece más a una carta de postres, se trata de algo de lo más habitual. Ya sea por evocarte recuerdos de la infancia o por usar ingredientes respetuosos con la salud: cruces con los que las marcas aprovechan la atracción sensorial de los alimentos para crear ciertos productos que activen sus sentidos y su memoria.

En este sentido, muchas firmas de belleza están elaborando artículos con la estética comestible en mente, caracterizados por tonos brillantes que recuerdan a los dulces o con apariencias suaves y cremosas que evocan la sensación de un donut glaseado.
El factor del bienestar y la nostalgia
El olor se convierte asimismo en el desencadenante más poderoso de la nostalgia. Ofrece una vía directa a los recuerdos y las emociones que en su día ejemplificaría la vela de tomate viral de Loewe.

Dentro de esta intersección, existe además otra tendencia creciente que conecta la comida con el bienestar, llevando a que los consumidores busquen cada vez más productos nutritivos, saludables y eficaces. Se enfatiza así la salud y los beneficios holísticos de productos formulados en su mayoría con ingredientes naturales que acaban vislumbrando una moda con una dimensión aún mayor.