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Si hace unos meses el fenómeno ‘shrinkflation’ (retractilación) se viralizaba como macro-tendencia económica, aludiendo a la disminución de los productos y al incremento de sus precios, éste podría continuar incidiendo dentro de Estados Unidos debido a los planes de Donald Trump para imponer aranceles del 25% a los productos canadienses y mexicanos.
Ese anuncio que llevó a cabo el 1 de febrero infundiría el pánico en Canadá, anunciando aranceles similares sobre una amplia gama de productos; mientras sus tiendas de licores retiraban de sus estanterías productos estadounidenses como el bourbon y la cerveza. Desde internet, los canadienses también quisieron imponer su postura cancelando sus vacaciones a EEUU, como una medida con la que apoyar a las empresas canadienses y boicotear el producto estadounidense.
El jueves pasado, Trump daría un paso más allá en su medida con los aranceles, aplicando ‘aranceles recíprocos‘ a los productos de cualquier país que impusiera aranceles a los productos estadounidenses. Según The Hill, estos aranceles se adaptarán a cada socio comercial extranjero en función de cinco factores: los aranceles que la nación imponga a los productos estadounidenses, los impuestos que Estados Unidos considere «injustos», el coste para las empresas y los consumidores estadounidenses debido a las políticas de otro país, los tipos de cambio y cualquier otra práctica comercial que la oficina del representante comercial considere injusta.
En este sentido, ante la amenaza de una nueva guerra comercial en el sector alimentario, los expertos afirman que es probable que la industria responda subiendo los precios o reduciendo discretamente los costes mediante porciones más pequeñas o una reformulación de los ingredientes.